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Tema 2.5: El sujeto subsistente y la persona
La persona humana es la máxima perfección de individuo compuesto en el mundo y cuál es su constitutivo esencial.¿Por qué?


Por: Alfonso Aguilar | Fuente: catholic.net



Objetivos

1. Lograr una visión metafísica de cada sujeto subsistente como unidad de principios.

2. Comprender porqué la persona humana es la máxima perfección de individuo compuesto en el mundo y cuál es su constitutivo esencial.

3. Iniciar una visión sinóptica del universo como conjunto armónico de individuos.

A. El problema: ¿cómo son los entes en el universo?

Al analizar la estructura metafísica del mundo, nos encontramos con una serie de principios que explican el devenir (acto y potencia), la subsistencia de los sujetos con sus múltiples perfecciones (substancia y accidentes), su modo de ser, materialidad, multiplicación y singularidad (materia y forma), su realidad dinámica (esse). Ninguno de estos principios, desde luego, se presenta aislado de los demás. Todos se unen íntimamente constituyendo una unidad distintiva: el individuo. Entre los individuos del universo se da una jerarquía de perfección ontológica que culmina en la persona humana. Tanto los hombres como los demás entes, con sus constantes y múltiples relaciones, componen la sinfonía multicolor del universo. Después de estudiar los principios separadamente, nos interesa echar una mirada al mundo como se presenta: un cosmos de individuos con diversos grados de ser. Nos hacemos, pues, tres preguntas, que intentaremos responder en las siguientes tres secciones:

(1) ¿Cómo se combinan los principios para formar a un individuo?

(2) ¿Qué distingue fundamentalmente al hombre de los demás individuos?

(3) El fundamento último de la estructura del universo, ¿se halla en la interacción de los sujetos subsistentes que lo forman?

B. El sujeto subsistente

Los principios del ente entretejen una realidad individual en su totalidad, cuyo carácter distintivo es la subsistencia, o sea, la posesión intrínseca del acto de ser que actualiza toda el conjunto. A esta totalidad nos referimos, de modo estricto, cuando hablamos de «ente», pues se trata de una realidad que existe por sí misma como algo completo y acabado, distinto de los demás individuos: el sujeto subsistente (este perro, aquella nube, esa computadora, este pensamiento, aquella piedra...). Lo podemos llamar totalidad, por ser un conjunto unitario de partes, o compuesto, debido a los diversos principios que lo forman –esse, substancia y accidentes–, o individuo, por ser singular, indistinto en sí y distinto de los demás, o sujeto (sub-jectum, «arrojado debajo»), a causa de su función como soporte de una naturaleza y unos accidentes (36). Todo sujeto subsistente se presenta con tres características fundamentales: individualidad: sólo los entes singulares y no las esencias universales poseen el acto de ser; subsistencia: tiene el ser en sí mismo y no en otro; incomunicabilidad: como sujeto individual, no puede ser compartido o participado por otros sujetos, es de algún modo inefable, lo cual no impide que esté constantemente relacionándose, manifestándose, comunicando algo de su propia interioridad.

Veamos con un ejemplo cómo podemos comprender un sujeto subsistente a la luz de sus primeros principios. La manzana que voy a comer existe, ya que posee en sí misma el acto de ser de un modo determinado, o sea, con unas perfecciones particulares: la de una manzana. Como tiene la esencia o forma universal (naturaleza o quididad) de manzana, comparte las mismas características esenciales de todas las manzanas del mundo del pasado, del presente y del futuro: es un fruto del manzano, de pulpa carnosa, con sabor acídulo o algo azucarado. Ahora bien, no voy a comer «manzana» en abstracto –que no existe en el mundo–, sino esta manzana, la cual es forma substancial
«encarnada» en la materia, y, por tanto, adquiere una extensión o cuerpo propio (materia cuantificada): ocupa un espacio en la mesa, y es singular, única, irrepetible. Ella –la substancia– está determinada ahora mismo por muchísimos accidentes: es amarilla, redonda, jugosa (cualidades), grande y gruesa –12cms. x 10cms.– (cantidad), de origen valenciano (relación), huele bien (acción), ha recibido un mordisco (pasión), tiene una etiqueta comercial (posesión), está de pie (posición) en mi plato (lugar), esta misma tarde (tiempo). Es actualmente manzana con estas características, pero tiene la potencialidad de convertirse en elemento de mi cuerpo cuando la coma, o de cambiar de posición y lugar o de pudrirse o de ser cortada... una infinidad de posibilidades. Como se ve, todos estos principios constituyen intrínsecamente la unidad del sujeto subsistente: esta manzana.

C. La persona humana

Para todos nosotros resulta evidente que los incontables modos de ser sujetos subsistentes que hay en el mundo –en el paisaje de nuestro viaje– no son del mismo «calibre» ontológico. Hay una jerarquía: unos son más perfectos que otros. Los animales son «mejores» que las piedras, y, entre los animales, el venado es «mejor» que la hormiga. No cabe duda tampoco que el hombre es el ente más perfecto del universo. ¿Por qué? ¿Qué le hace ser tan singular?

La perfección ontológica se mide, como vimos, según el grado de participación en el ser que corresponde al tipo de naturaleza recibida. ¿Cuál es la nuestra? Muchos de nuestros actos segundos –decisiones, pensamientos, amores, experiencias estéticas– proceden de facultades espirituales: inteligencia y voluntad. Estas potencias operativas, que son accidentes necesarios, radican en una naturaleza espiritual, que trasciende la materia y sus límites de espacio y tiempo, y que, en un individuo se singulariza con una forma substancial infinitamente superior a la de los demás entes del mundo: el alma. Por eso Boecio definió a la persona como substancia individual de naturaleza espiritual («persona est rationalis naturF individua substantia»)(37).

¿Cuál es, pues, el constitutivo esencial o la perfección característica de la persona humana? En la definición el género es
«substancia individual» (sujeto subsistente) y la diferencia específica, la que determina qué tipo de sujeto es: «naturaleza espiritual». La definición no vale, por tanto, para el «hombre» como especie, sino para el ser humano singular; el género humano no es persona; sólo son personas Pedro, María, Carlos, Marta. Persona significa, pues, lo que es distinto en una naturaleza espiritual. Y, ¿cuáles son los principios que individualizan al hombre? Según Sto. Tomás, son «esta carne, estos huesos y esta alma» (Summ. Theol. I, 29, 4c): tanto el cuerpo como el alma distinguen a cada uno de nosotros de los demás. Ahora bien, conviene subrayar que ambos se constituyen intrínsecamente por su relacionalidad con Dios, con las demás personas y con el mundo en que nació y vive. Ser persona humana es, en fin, ser cuerpo y alma en relación (38).
Este constitutivo esencial de la persona es la fuente de sus excepcionales características: ser por y para sí, fin en sí mismo, inmortal, que se realiza en la interioridad, autoconciencia, libertad y autodeterminación,encarnación, «proyectualidad», trascendencia, aspirante al infinito y a la dicha plena, abierto a la verdad y a la belleza, al bien moral, capaz de vivir en comunión con Dios, con las otras personas, con todo lo creado, en una palabra, capaz de Dios: capaz de conocerlo y amarlo, pues es la única creatura en la tierra que Dios ha amado por sí misma. Cada persona tiene, entonces, una dignidad infinita y un valor absoluto. No es algo, sino alguien (39).
De este modo, la persona humana se presenta como el clímax del universo, la síntesis perfecta de los principios que lo estructuran: como ser «futurible», es decir, capaz de proyectar su propio futuro, vive en una perenne tensión de potencialidad y actualidad, de autosuperación y autotrascendencia; es una substancia singular, personal, perfeccionada por accidentes de todos los niveles ontológicos; es la máxima expresión de la composición hilemórfica por la unidad tan especial entre su forma substancial tan superior al mundo en devenir y perecedero –el alma– y su materia informada –el cuerpo– (corpore et anima unus); por su esencia espiritual participa del ser del modo más íntimo posible en este mundo. Con razón es «de algún modo todas las cosas»: el fin del universo (40).

D. Conclusión final sobre los principios: la problematicidad del universo

Al viajar en el tren de nuestra vida gozamos del paisaje maravilloso de este mundo en que nacimos, nos movemos y existimos. No contemplamos una muchedumbre de sujetos subsistentes sin más, sino un cosmos inteligente y bellamente modelado. Todo los entes interactúan en una complejidad de relaciones físicas, químicas, biológicas, zoológicas, matemáticas, metafísicas, espirituales para componer la sinfonía del universo. Con nuestro obrar somos nosotros, las personas humanas, los directores de esta gran orquesta. Somos nosotros quienes, al preguntarnos por el significado de la creación, nos esforzamos por descifrar la partitura de esta sinfonía.

¿Cómo es el mundo? Una estupenda comunión de sujetos subsistentes que, estructurados radicalmente como entes en acto y en potencia, se realizan en continuo devenir y novedad; compuestos de substancia y accidentes, se perfeccionan a sí mismos y perfeccionan a los demás constantemente en múltiples maneras; contando con una esencia o forma determinada, irradian las perfecciones del ser del que participan en una medida particular; constituidos de materia, se multiplican y singularizan en el mundo sensible; actualizados por el acto de ser, escapan de la nada y gozan del misterio de la existencia radicada en la presencia íntima de Dios, «oceáno del Ser».

Según las metafísicas de la inmanencia –naturalísticas, materialistas e idealistas– el devenir del universo es «absoluto», porque coincide con toda la realidad; es «espontáneo», porque carece de causa propia; es
«autosuficiente», porque se explica por sí mismo sin necesidad de otra explicación (41). Nuestras reflexiones sobre la estructura del universo y los principios del ente nos han mostrado, precisamento, lo contrario.

El paisaje del mundo es, sí, bello, pero intrínsecamente imperfecto, anclado en la contingencia, con fronteras delimitadas, instigado al cambio, perecedero. Todos los miembros de esta magnífica orquesta, incluyendo a su director, existen de hecho, pero, como entes permeados de potencialidad, accidentalidad y materialidad, cuyo ser no coincide con la esencia, podían no haber existido y algún día dejarán de adornar el mundo. La naturaleza sigue tocando una sinfonía que no ha compuesto, con instrumentos que le fueron regalados. No se explica a sí misma. No reside en ella su origen ni su fin último. No es ella la totalidad de la realidad. No es el Absoluto.

¿Dónde encontrar el Absoluto? Si no lo hallamos en el paisaje, busquémoslo en el tren en que viajamos. Si no está en el mundo, rastreemos sus huellas en la experiencia humana.

Conclusión

Un sujeto subsistente es un individuo que posee en sí el acto de ser como actualización de todos los principios que lo componen. La persona humana es el culmen o la perfección de sujeto subsistente en el mundo por ser «substancia individual de naturaleza espiritual», cuyo constitutivo esencial es su cuerpo y alma en relación. El universo es esta sinfonía armónica, interrelacional, de incontables sujetos subsitentes mutables, compuestos, limitados, corruptibles, contingentes, que no halla en sí el fundamento último de su ser y estructura.

Términos clave

Individuo (del latín in + divisum, «no dividido»): literalmente, lo que es indivisible, uno en sí mismo. En sentido genérico se aplica a todo lo que es, substancia o accidente, pero en el sentido estricto en que lo usamos en este curso, se refiere al sujeto subsistente, o sea, al ente concreto en su determinación existencial, que, en cuanto tal, no se puede dividir en otros entes concretos, sino sólo en partes no subsistentes por sí mismas.

Autoevaluación

1. ¿Qué es un sujeto subsistente y cuáles son sus nombres más comunes?
2. ¿Cuáles son los principios y propiedades características de todo sujeto subsistente?
3. ¿Por qué es la persona humana la más perfecta realización del mundo material?
4. ¿Cuáles son algunas de las características más típicas de la persona humana?
5. ¿Cómo describiría el mundo a la luz de los sujetos subsistentes que lo componen?
6. ¿Por qué este universo no contiene en sí el fundamento último de su estructura metafísica?

Participación en el foro


1. Hoy más que nunca conviene reafirmar el valor absoluto de la persona humana frente a ideologías que la reducen a una «máquina sofisticada» (materialismos) o a un animal más entre los otros (New Age, ecologismo radical) y frente a tantas violaciones de sus derechos fundamentales, cuando se le trata como medio y no como fin en sí misma (aborto, experimentación con embriones, esclavitud, prostitución, manipulación de las conciencias, etc.). ¿Cuáles son las bases metafísicas para afirmar la dignidad de la persona y su superioridad ontológica sobre el resto de la creación?

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Tema 2.5: El sujeto subsistente y la persona

 

 

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