Tema 4.4: La causa Final
Por: P. Alfonso Aguilar | Fuente: catholic.net

Objetivos
1. Descubrir y argumentar el carácter teleológico de todos los entes y del universo entero.
2. Comprender la naturaleza y la importancia de la causa final en la realidad.
A. El problema: ¿hay finalidad en todas las cosas?
Las causas eficientes explican porqué los entes vienen a la existencia, pero no para qué son. Nos preguntamos, finalmente, si hay alguna razón por la cual los agentes se deciden a producir nuevos efectos: ¿por qué se mueven? ¿Cuál es el fin que persigue un agente en su actividad?
B. ¿Es el mundo teleológico?
Es evidente que los hombres actuamos casi siempre por un fin: comemos, bebemos, jugamos, rezamos, estudiamos, dormimos, con una intencionalidad precisa. Pero, ¿y las cosas naturales y artificiales? ¿Tienen alguna razón de ser? ¿Actúan por un objetivo?
1. Dos posiciones opuestas sobre el mundo
a. El mecanicismo (del griego, μηχανή [mejané], «aparato, máquina»)
Es la doctrina según la cual toda realidad, o cuando menos la realidad natural, tiene una estructura comparable a la de una máquina, de modo que puede explicarse a base de modelos de máquinas. Todas las cosas no son más que cuerpos en movimiento compuestos de partes intrínsicamente inmutables y regidos por leyes mecánicas, de modo automático, como si fueran las piezas de un reloj. Todo sucede, entonces, siguiendo una ciega necesidad –no un plan inteligente–, bien de modo regular y predecible, bien de modo casual, excepcional e imprevisible (74).
b. La teleología (del griego, τέλος [télos], «fin» + λόγος [lógos], «discurso»)
Muchos filósofos, por el contrario, explican los entes y procesos de la naturaleza así como el cosmos en general a través de sus fines o propósitos estructurales, pues todo forma parte de un designio inteligente(75).
2. Un cosmos teleológico
Podemos aducir varias razones para mostrar que el universo y cada uno de los entes poseen una finalidad en sí y no surgieron ni existen como resultado de procesos automáticos sin más.
a. La vida como un fenómeno absolutamente originario, irreducible a la materia
Si la materia se organizara mecánicamente, la vida no podría haber aparecido nunca: en el organismo viviente se encuentran fenómenos de autoconstrucción, autoconservación, autoregulación, autoreparación y de adaptación a diversos ambientes y circunstancias que en las máquinas no se dan, las cuales sólo pueden funcionar cuando todos los mecanismos marchan bien. El hombre ha inventado las máquinas imitando, precisamente, a los seres vivientes, y no al revés(76).
b. El orden y la finalidad intrínsecos de los entes
Los hombres estructuramos las cosas materiales para hacerlas servibles, con una intención; las piezas del reloj están puestas de tal modo que el reloj pueda cumplir su fin de marcar las horas, los minutos y los segundos. Asimismo, observamos que las cosas naturales subsisten con un orden interno –átomos, moléculas, células, órganos...– que las hace operar de manera regular y sabia para obtener su propio beneficio y el de la especie; piénsese, por ejemplo, en la constitución interna y la operación de una estrella, de un manzano, de una gallina, de un águila...
c. El orden del universo (unus + versum, «dirigido a uno»).
Las leyes que rigen el marcrocosmos y el microcosmos son reglas impuestas por la admirable «racionalidad» de la naturaleza, que organiza todos los entes para el bien común, con un designio unitario que hace que todo sea clasificable, predecible, racionalmente descifrable. Hay, en efecto, un orden jerárquico, que regula y subordina las partes más elementales y simples a los compuestos siempre más estructurados y complejos(77).
d. La finalidad del universo: el principio antrópico
Este principio afirma que el hombre es el fin de la creación. La aparición del hombre es el resultado de coincidencias que no pueden ser fortuitas. Hay una gama infinita de posibilidades en que la interacción de los entes y de las leyes hubieran imposibilitado la vida humana (78). Un universo «puro objeto», sin un sujeto capaz de entenderlo, descifrarlo, perfeccionarlo, sería como una hermosa ciudad llena de casas, tiendas, calles, semáforos... construida para nadie.
e. El mal físico y el caos(79)
Sin finalidad ni orden los males físicos –deformaciones, defectos, enfermedad, corrupción, destrucción, muerte...– no podrían considerarse como tales, dado que no serían privaciones de un bien o perfección debidos. Todo tendría el mismo valor, sería igual, cada quien permanecería indiferente a la infinidad de posibilidades: para un caballo daría lo mismo nacer con una cabeza enorme y unas patas diminutas, con ojos o sin ellos. Y si todo sucediera por casualidad, ¿por qué los astros no giran a lo loco y chocan entre sí, los árboles no dejan de crecer y producir frutos, no aparecen especies monstruosas de animales o salen todos deformes? ¿Por qué el caos no es absoluto?
C. Naturaleza y tipos de causa final
1. Naturaleza de la causa final
Causa final es aquello por lo que algo se hace; es el motivo por el que el agente obra. Finalidad es la intención de realizar un fin. Una rosa se nutre para desplegar sus pétalos, exhalar su aroma y embellecer los campos. Aunque su fin no sea una realidad física, no deja por ello de ser un verdadero principio causal, ya que causa es todo aquello que influye positivamente en la producción de un efecto. El agente, de hecho, actúa por un fin o no actúa. El fin está presente en el agente como potencia, de manera intencional, metafísica, no física. Sin embargo, de algún modo es, de tal modo que mueve a la causa eficiente a lograr ese fin en acto. ¿Cómo causa el fin? No por la actividad, como lo hace la causa eficiente, sino por atracción: «motiva» al agente a ponerse en movimiento, porque el fin es siempre visto como un bien, algo deseable, una perfección. Todo ente desea por naturaleza su propio bien, realizarse como es, «cumplir su misión».
De ahí que se haya considerado a la finalidad como «la causa de las causas». Sin un propósito, la causa eficiente no se movería a imprimir una forma en la materia; ninguna de las otras tres causas se actuarían. La causa eficiente explica el curso de la naturaleza, pero no porqué la naturaleza sigue tal curso. Pongámonos, por ejemplo, este problema: ¿vuelan las aves porque tienen alas o tienen alas para que puedan volar? Respuesta: las dos cosas. Vuelan porque tienen alas (causa eficiente) y tienen alas para poder volar (causa final). Es el fin, pues, el que determina porqué todo es como es y actúa como actúa. Por tanto, el fin es el primero en la intención y el último en la ejecución. El agente se determina a actuar después de haber deseado un bien; lo conseguirá como resultado de la acción. El fin, entonces, es el primero a la hora de causar y la más noble de las causas.
2. Algunos tipos de causas finales
a. Finalidad intrínseca y extrínseca
Extrínseco es el fin impreso en un ente por una fuerza directriz externa; pensemos, por ejemplo, en el orden de ciertas cosas para facilitar la vida vegetal, animal y humana: la atmósfera, el sol, el agua, la rotación y traslación de la tierra... cada una de estas entidades está proyectada hacia un bien externo, más sublime. Intrínseco es el bien propio de la naturaleza de un ente: el peral y la luna actúan según su tendencia natural para lograr su propia perfección, realizarse como árbol y satélite. Mientras que la finalidad intrínseca procura la realización del bien propio de su naturaleza, la finalidad extrínseca busca el orden y la armonía de todo el cosmos.
b. Finalidad de la obra (finis operis) y finalidad del agente (finis operantis)
El primero es el fin hacia el cual se dirige el ente por su misma naturaleza, de manera inmediata, porque le es intrínseco: una gaviota que vuela hacia el mar y grazna ante otras gaviotas, un niño que en fútbol chuta el balón hacia la portería. El fin del que actúa se refiere, en cambio, al objetivo último al cual está dirigida esa acción, la intención final del agente: la gaviota vuela hacia el mar para pescar un pez y grazna para comunicar a las otras dónde hay peces, el niño pretende meter gol y quedar satisfecho y apreciado.
c. Fin o bien honesto, deleitable y útil.
El bien honesto es el fin deseado por sí mismo. El bien deleitable es el mismo bien honesto pero en cuanto produce un gozo, la satisfacción de ser poseído. El bien útil es el que se quiere como medio, no por sí, sino en razón de los otros dos. Uno puede ver un partido de fútbol y tomar una medicina (bienes útiles) como medios de entretenimiento y salud (bienes honestos) para gozar del descanso y de la salud misma (bienes deleitables).
D. Conclusión final sobre las causas: la problematicidad de la filosofía
Los entes del cosmos son lo que son porque están causados intrínsecamente por una forma –que causa el qué es de un ente– y la materia –que explica su materialidad, multiplicidad y singularidad. Como nadie puede educir su propia forma de la materia, todo ente finito necesita una causa eficiente que le ponga en existencia y sea, al mismo tiempo, su ejemplar. Ahora bien, un agente se motiva a producir nuevos efectos sólo cuando tiene una finalidad, un proyecto que realizar, sea porque está inscrito instintivamente en su naturaleza (en los agentes naturales), sea porque es capaz de determinarlo (en los agentes libres).
¿Qué es, entonces, la realidad? He ahí el misterio. Ni el mundo entero ni el hombre, que son finitos, compuestos de materia y forma, se han puesto a sí mismos en existencia ni se han dado a sí mismos el fin que tienen. El estudio de las causas de este viaje nos revela, en fin, que la filosofía es intrínsecamente problemática, porque la realidad –el universo (paisaje) y la experiencia humana (tren)– es intrínsecamente problemática. A lo largo del itinerario, después de analizar los principios, propiedades y causas de todo lo que existe aquí, concluimos que nada, ni el mundo ni el hombre, ni el paisaje ni el tren, son el origen y la meta del trayecto, no han organizado ni planeado el viaje. No son causa de sí mismos. No son el Absoluto.
¿Quién es el Absoluto: el Origen y Fin del universo y del hombre, la Causa Eficiente y Final de la realidad? La quinta parte debe concluir solucionando el problema metafísico, o sea, descubriendo el sentido último de la vida.
Conclusión
Todos los entes del mundo y el universo entero son teleológicos, tienen una finalidad intrínseca y extrínseca, una razón de ser, que explica para qué han sido puestos en existencia, y sin lo cual nada sería comprensible y ni siquiera existiría. Por eso el fin, de naturaleza intencional y metafísica, es «la causa de las causas», el primero en la intención y el último en la ejecución, aquello por lo cual todo se hace. Ahora bien, como los entes no se causan a sí mismos, tenemos que encontrar el Fin de la realidad fuera del universo.
Términos clave
Mecanicismo: la doctrina que considera el universo completamente explicable por medio de procesos mecánicos, sin ninguna finalidad, por pura causalidad. Con frecuencia se identifica con el naturalismo, según el cual los fenómenos de la naturaleza no están regulados por una inteligencia divina o sobrenatural, sino que encuentran su razón de ser adecuada y total en las leyes mecánicas físicas y químicas.
Telos (τέλος [télos], «fin, término, cumplimiento»): el término de un proceso. Para Aristóteles y numerosos filósofos posteriores, se trata del objetivo o causa final que hay en todo.
Teleología: doctrina que considera la realidad ordenada y orientada por fines, objetivos, valores, creada con un designio inteligente. Se contrapone al mecanicismo y naturalismo.
Notas bibliográficas
74) Las formas filosóficas más antiguas de mecanicismo se encuentra en las teorías de los Presocráticos y, más sofisticadamente, en las del atomismo de Leucipo (s.V a.C.) y Demócrito (ca. 460-370 a.C.), según el cual todos los cuerpos están compuestos de corpúsculos indivisibles –«á-tomos»–, que se distinguen unos de otros en tamaZo, figura y posición. En virtud de su figura, movimiento e interacción, los átomos se combinan para formar cuerpos más grandes y más pequeZos y para causar el movimiento. La explicación mecanicista del universo fue desarrollada, entre otros, por Galileo (1564-1642), Hobbes (1588-1679), Newton (1642-1727) y Descartes (1596-1650), que reducía toda la realidad material a extensión –cambio, número y movimiento local– regida por leyes mecánicas. Para David Hume (1711-1776) la tendencia humana a atribuir propósitos a la naturaleza es una conjetura de valor dudable. Según los evolucionistas materialistas, los cuerpos inorgánicos actúan sólo movidos por la necesidad de leyes físicas, sin ninguna coordinación planeada, y sostienen que la vida surgió por pura coincidencia.
75) Platón tuvo el mérito de argumentar la primera clara afirmación de una visión teleológica e ideal del mundo, donde los fenómenos naturales no se explican por movimientos de materia determinados por leyes mecánicas, sino a través de una Inteligencia divina que puso un fin, un orden y un designio en la naturaleza (cf. Fedón 99A-102A). En el Timeo expone la finalidad con que Dios creó el mundo (27C-47E) y el hombre, incluyendo cada uno de los miembros del cuerpo (69A-90E). También Aristóteles defendió que los entes tenían una finalidad intrínseca (cf. Física II 8; Sobre el cielo I 1; Ética a Nicómaco I 2, 5, 9; Metafísica XII 10). A esta interpretación del mundo se suscribirían la mayor parte de los antiguos, los escolásticos, así como un buen número de autores modernos.
76) Todo lo inorgánico está compuesto de moléculas muy simples (un gota de agua = un átomo de oxígeno y dos de hidrógeno), mientras que las moléculas de una substancia viviente están formadas por la asocicación de átomos que pertenecen a cuatro elementos fundamentales –carbono, hidrógeno, oxígeno, azoto– y se organizan de manera compleja en constituyentes orgánicos: carbohidratos, grasas, proteínas y ácidos nucléicos. Sobre este tema, cf. R. LUCAS, L’uomo, spirito incarnato, Paoline, Torino 1993; tr.esp. El hombre, espíritu encarnado, Atenas, Madrid 1995, pp. 27-72; B. MONDIN, Manuale di filosofia sistematica, vol. II, pp. 198-225; 255-265.
77) Los grados de perfección de los entes compuestos se dan tanto en la jerarquía de las substancias naturales –de los elementos y compuestos químicos inorgánicos y orgánicos a los vivientes, animales y al hombre– como en los aglomerados de múltiples substancias en unidades siempre crecientes hasta la unidad del universo entero (cf. STO. TOMÁS, Summ. Theol. I, 65, 2).
78) Las condiciones necesarias para la vida humana son tantas y tan complejas, que no pueden haberse producido por casualidad. Pensemos, por ejemplo, en la interacción gravitacional: si fuera un poco más elevada, se quemarían las estrellas; si fuera un poco más baja, las estrellas tendrían poquísima energía, lo cual impediría el surgir de la vida. Otras condiciones: la mezcla apropiada de gases que forman una atmósfera terrestre apta para la vida orgánica, la distancia y posiciones relativas del sol y de la tierra que regulan las condiciones climáticas convenientes, la jerarquía graduada de los seres vivos y la interdependencia de las plantas y animales para el sostenimiento del hombre...
79) Distingamos entre caos y casualidad. Caos indica un estado de confusión y desorden. Casualidad es el encuentro no previsto de dos eventos que, tendiendo a dos fines distintos, producen otro evento, el fortuito. Ejemplo: dos personas que viajan en coches distintos, uno para visitar a su madre y otro para ir de vacaciones, chocan. El accidente resulta de un incidente indeseado de dos acciones que era conocidas y queridas, o sea, de dos causas finales. La casualidad, por tanto, aunque excluye la inteligencia, es compatible con el orden y la finalidad materiales, ya que es secundaria y dependiente de ellos. Por otro lado, para la Providencia, para Quien gobierna el mundo como Infinito, no hay realmente casualidad, ya que los casos fortuitos entran en un vasto designio incognoscible para el bien del conjunto.
Autoevaluación
1. Explique brevemente en qué se diferencian la visión mecanicista y la teleológica del mundo.
2. ¿Qué razones puede aducir para mostrar que hay una finalidad en todos los entes y en el universo en cuanto tal?
3. ¿Qué es una causa final, cuál es su naturaleza y cómo influye en la producción del efecto?
4. ¿Cuál es la importancia del fin en el orden de las causas?
5. Mencione algunos tipos de causas finales
Participación en el foro
1. ¿Cree que el hombre puede aceptar el absurdo o el sinsentido en las cosas y en sí mismo? ¿Qué nos dice este hecho de la naturaleza de las cosas y del hombre? ¿Qué relación encuentra entre una visión mecanicista, afinalista de la realidad y la falta de sentido de la vida que se expresa de tantas maneras en la sociedad contemporánea?
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