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"Dios me invitó a ser suya": el testimonio de una vida consagrada
El Señor me estuvo sugiriendo esto desde pequeña...


Por: Alejandro Patrón | Fuente: Catholic.Net



Cuando habla de su vocación, Susana Consuelo Ayala Nájera lo hace con serenidad y certeza. Lleva 29 años consagrada a Dios y actualmente tiene su base en Monterrey. Su historia es una de esas que no nacen de un impulso, sino de una voz que se fue revelando poco a poco, desde su infancia.

“El Señor me estuvo sugiriendo esto desde pequeña”, cuenta. “Ya graduada de la universidad, alguien me preguntó directamente si alguna vez había considerado que Dios me pudiera querer para Él… y me dediqué a buscar la respuesta a esa inquietud que se despertó en mi corazón.”

Esa pregunta, tan sencilla y directa, se convirtió en el punto de partida de toda una vida entregada. Desde entonces, Susana descubrió que consagrarse no era perderse en el mundo, sino encontrarse plenamente en Dios.

Un llamado a vivir en el mundo con un corazón distinto

Cuando le pregunté qué significa consagrarse, su respuesta fue clara:



“Es responder a una invitación de Dios para ser suya y dedicar mi vida a la extensión de su Reino.”

A diferencia de las religiosas, explica, las personas consagradas viven su misión en medio del mundo, con formas propias de vivir los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia. “El modo de estar en el mundo es distinto”, dice. “Cada forma de vida consagrada tiene maneras particulares de vivir esos compromisos.”

Susana no vive detrás de los muros de un convento, sino entre la gente, acompañando, escuchando, sirviendo y haciendo presente el amor de Dios en lo cotidiano.

La certeza que no ha dejado espacio a la duda

Hay preguntas que suelen ser inevitables, y como mi curiosidad me traicionaba le pregunté: ¿en algún momento ha dudado de su decisión? Ella contestó sin dudar:



“Nunca he tenido dudas.”

Su respuesta, firme y serena, revela la profundidad de su relación con Dios. Una fe cimentada en la intimidad y en la libertad que solo da el amor verdadero.

Una libertad que se vive sirviendo

“Lo más gratificante ha sido la intimidad a la que Dios me invita”, comparte. “Poder darle lo mejor de mí y toda mi persona para que Él disponga de mí. Hay una gran libertad y amor en ello.”

Susana ha descubierto que esa libertad no es hacer lo que uno quiere, sino ofrecer la vida con alegría para hacer el bien.

“Poder acompañar a otros para que también hagan el bien es algo que me realiza mucho”, afirmó con ternura.

Un “sí” que sigue resonando

Escuchar a Susana hablar de su vocación es encontrarse con alguien que ha hecho las paces con su historia. No hay dramatismo, solo gratitud. Su “sí” sigue vivo, renovado cada día en el silencio de la oración y en el servicio cotidiano.

Porque, como ella misma lo resume con sencillez, consagrarse es responder a una invitación de amor… y dejar que Dios haga el resto.

 







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