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EL PROBLEMA DE LA ACTUALIDAD
En la actualidad los que se dicen creyentes, creen en forma rutinaria con una fe inculcada y de costumbres externas.


Por: Francisco Mario Morales | Fuente: Catholic.Net



Creen pero no practican, no aman su religión porque no la conocen y no están convencidos, son solo fieles tradicionalistas y “pasan por alto los mandatos de Dios” (Mc. 7.9), no se comprometen a la conversión ni al testimonio; recurren a Dios y a la Iglesia, piden, requieren, y si reciben o no, de todas maneras se alejan hasta la próxima vez o en forma definitiva. Todo porque llevan una religión superficial, de apariencia, externa.

Cuando se reduce a Dios a ser distribuidor de favores, hemos olvidado al Dios omnipotente y misericordioso que espera de nosotros no solo oraciones y ofrendas circunstanciales.

¿Cuántos no pedimos, sino exigimos?, ¿Cuántos creemos tener derechos pero sin ningún deber?, ¿Cuántos en los momentos de confusión, de prueba y desesperación cuestionamos a Dios? Y llegamos a blasfemar contra Él.

 

¡Oh hombre! Pero ¿quién eres tú para pedir cuentas a Dios? (Rom. 9, 20).



 

Nuestra oración debe ser completa, y para que sea completa debe comenzar por adorar a nuestro creador, pedirle perdón por nuestras ofensas, agradecerle por todos sus beneficios, suplicarle por nuestras necesidades y el compromiso de nosotros hacia Él.

 

Nos hemos preguntado sí: ¿Seremos dignos de lo que pedimos?, ¿Lo que pedimos nos servirá para nuestro crecimiento espiritual?

 



Es bueno orar, pedir y rogar y, pedir la intercesión del santo de nuestra predilección, pero jamás confundir intercesión por adoración, ni mucho menos entrega o preferencia. Toda plegaria, la única adoración y entrega debe ser a Dios. Porque Él es la única fuente de las gracias que necesitamos y pedimos en nuestras oraciones.

 

La devoción es la prontitud con que uno está dispuesto a hacer la voluntad de Dios. Es entrega, atención, verdadera dedicación, interés y esfuerzo.

 

Ahora en las tradiciones humanas y populares, tienen nuestra mayor dedicación, devoción y entrega los santos, que Dios. En nuestros templos, tienen mayor atención los santos que Dios, cuando en primer lugar debe ser todo el honor y el culto a Dios, a su palabra y a los sacramentos. Solo Jesús nos salva.

 

Muchos buscan a Dios solo cuando lo necesitan, pero como los 10 leprosos que curó Jesús, pocos vuelven para agradecerle. Nunca se quieren comprometer, solo exigen el derecho de recibir, pero se olvidan del deber de comprometerse, de corresponder por gratitud, y el principal compromiso de dar testimonio. Debemos ante todo mostrar nuestro amor a Dios. No para parecer buenos ante los demás. Dios nos invita a ser auténticos, a ser lo que debemos ser. No hagamos cosas para inflar nuestro orgullo (como los fariseos) sino para dar un verdadero culto a Dios.

 

¿Cuántos exigimos a los demás, pero nos olvidamos que la mejor evangelización somos nosotros mismos, nuestro propio testimonio de amor, gratitud y ejemplo?

 

¿Cuántos toda su vida ha vivido alejados de Dios, sin ningún principio, ni formación religiosa?, Por eso desconocen el respeto y verdadero amor a Dios – están llenos de soberbia e ignorancia – peor por el hecho de haberse acercado a Dios en forma intempestiva, sin verdaderas bases y en un curso extra-rápido se convierten en “expertos” en religión superficial sin cimientos.

A Dios no se le conoce en forma inmediata, se necesita ser firmes y constantes, hay que buscarle en el amor, en la conversión, en el arrepentimiento y en el compromiso de testimonio. Para encontrar a Dios necesitamos esfuerzo, necesitamos buscarle sin flaquear y ser perseverantes. Pero antes tener una verdadera formación para entender y comprometerse. La religión no se improvisa, no se puede ser tan superficiales.

¿Cuántos con la prontitud que se acercan, con esa misma se alejan? Porque han vivido una religión adaptada a ellos.

 

“EL AMOR SE DEMUESTRA CON HECHOS, NO CON PALABRAS” (1 Jn.3,18)

 

Dios nos pide hechos no palabras: ¿cuántos padres de familia aseguramos tener fe? …Pero la fe no basta. “¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, pero no lo demuestra con su manera de actuar?” (Sgto. 2,14). “No sean tontos, y reconozcan que si la fe que uno tiene no va acompañada de hechos, es una fe inútil” (Sgto. 2, 20).

 

Nuestra fe debe actuar. Dios nos pide obras, acción, hechos. En otras palabras, no solo sentimientos y buenas intenciones sino actos. “Son las obras las que hacen justo al hombre y no solo la fe”. “La fe que no produce obras está muerta” (Stgo. 2, 24, 26.)

 

“Todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para dar cuentas cada cual según las obras buenas o malas que hizo en su vida mortal" (II Cor. 5, 10); "Y al fin del mundo saldrán los que obraron el bien para la resurrección de la vida, los que obraron el mal, para la resurrección de condenación" (Jn. 5, 29).

 

No nos salvaremos únicamente por los rosarios, oraciones y actos piadosos, nadie a dicho que eso este mal, pero está incompleto; si no por convertir nuestra fe en obras. Debemos amar a Dios y al prójimo.

 

Los actos piadosos y “devociones” jamás podrán remplazar la palabra de Dios ni los sacramentos, y sobre todo jamás excluirán a nadie de las buenas obras. Ser cristiano es, ante todo creer en Jesús que murió y resucitó por todos nosotros. Ser auténtico cristiano es ante todo esforzarse continuamente por practicar en la vida diaria, el evangelio de Cristo. La oración personal ayudará a vivir mejor como cristianos y aumentar el amor a Dios y al prójimo. Sin esto, todo quedará en ritos externos, que de nada nos servirán.

Participar en la Liturgia Eucarística tiene mucho más valor que nuestras novenas, cadenas, devociones y mandas individuales.

 

¿Cuántos se dicen católicos, dicen creer en Dios, pero jamás se paran en la iglesia?

 

¡Nada! Podrá excluirnos de poner en práctica los mandatos de Jesús.

 

“No todo el que diga Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre Celestial. Así pues, todo el que oiga estas palabras y las ponga en práctica es como el hombre prudente que construyó su casa sobre roca” (Mt. 7,21, 24) (estas son las dos bases) sin obras la fe no salva. Nos salvaremos por lo que hicimos por los demás.

Bibliografía: Padres católicos, hijos incrédulos

Francisco Mario Morales

 

 







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