(Lucas 17, 11-19)
La Gratitud que Sana
Por: Rafael Moya | Fuente: Cristo en la Ciudad

Jesús camina por los bordes: entre Samaría y Galilea, entre lo puro y lo impuro, entre lo que el mundo mira y lo que prefiere ignorar.
Allí lo esperan diez leprosos. No pueden acercarse, no pueden tocar, no pueden vivir como los demás.
Desde lejos gritan:
“¡Jesús, Maestro, ¡ten compasión de nosotros!”
Y Jesús los ve.
No los evita, no los condena. Los ve.
Esa mirada basta para devolverles dignidad.
No les promete milagros inmediatos; les da una dirección:
“Vayan a presentarse a los sacerdotes.”
La fe no se quedó quieta: caminaron, y mientras iban, quedaron limpios.
Pero sólo uno regresó.
Un samaritano, un extranjero, el menos esperado.
Volvió, se postró y dio gracias.
Jesús lo mira y dice:
“¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?”
“Levántate y vete; tu fe te ha salvado.”
???? Reflexión
En la ciudad, todos hemos tenido nuestras lepras: heridas, fracasos, miedos, vergüenzas que nos hacen mantener distancia.
Y también hemos gritado, a veces sin voz: “¡Señor, ten compasión de mí!”.
Jesús sigue pasando por nuestras calles —entre avenidas, hospitales, oficinas y semáforos— mirando con la misma ternura que sanó a aquellos hombres.
Nos invita a caminar, a confiar, a sanar en el trayecto.
Pero luego viene el paso más difícil: volver.
Volver a dar gracias.
Volver al corazón.
Volver a Dios.
Porque no basta con ser sanados del cuerpo, si el alma sigue vacía.
El samaritano entendió que la fe no termina cuando uno recibe: comienza cuando uno agradece.
La gratitud es el acto más puro de humildad y de libertad: reconoce que todo lo bueno viene de Dios y se convierte en servicio.
???? Preguntas para el corazón
¿Cuántas veces hemos sido los leprosos que piden ayuda…
y cuántas veces el samaritano que regresa a agradecer?
¿Nos hemos quedado con la bendición, o hemos vuelto al Dador?
¿Vivimos pidiendo, o vivimos agradeciendo?
“Levántate y vete; tu fe te ha salvado.”
(Lucas 17, 19)

















