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Salmo 148: "Que alaben al Señor todos sus fieles"

Va y vende cuanto tiene y compra aquel campo
Meditación al Evangelio 30 de agosto de 2025 (video)


Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.Net



Dicen los que visitan Lima que aún se respira el perfume de aquella “Rosa”, y parte obligada de su historia y de sus recorridos será la casa donde ella habitó y que ahora se encuentra llena de testimonios, leyendas y recuerdos. Santa Rosa de Lima fue una jovencita que no pudiendo entrar en el convento, hizo de su casa un espacio para vivir el ideal dominicano y abrir su corazón a Jesús, pero también para comprometerse en el servicio a sus hermanos. La primera santa del Nuevo Mundo, con unas penitencias excesivas aún para aquellas épocas, con una vida de oración y con su entrega a los indigentes y enfermos, todavía sigue siendo un ejemplo para la juventud actual. No quiere decir que los jóvenes de nuestros tiempos tengan que hacer aquellas penitencias que rayaban en lo inhumano, pero nos enseña con mucha claridad que cuando se persigue un bien mayor podemos sacrificar nuestros gustos, nuestros placeres y nuestros intereses mezquinos. Las dos pequeñas parábolas que nos ofrecen el marco de esta fiesta, nos llevan a descubrir la importancia que tiene para el discípulo el seguimiento de Jesús. No es una opción secundaria, se nos presenta la construcción del Reino de los cielos como lo fundamental. Y cada uno lo podemos construir desde los espacios en que nos movemos y vivimos. Habrá quien prefiera entregarse a una vida monacal o consagrada, pero también desde nuestro propio mundo podemos y debemos construir ese reino. Santa Rosa lo supo hacer en el espacio de la casa paterna, nosotros lo podemos hacer en nuestros propios espacios. Será una bendición y un tesoro para la pareja matrimonial vivir plenamente su amor, el crear una iglesia domestica donde se sienta la presencia de Dios, pero también abiertos a las necesidades de los hermanos. Los jóvenes pueden vivir plena y sinceramente su vocación y realizar todos sus ideales siguiendo a Jesús y comprometiéndose a llevar buena nueva a los lugares donde ellos estudian, trabajan, se divierten y conviven. Todos podemos y debemos reconocer la importancia del Reino y desechar lo demás que no tiene importancia. Encomendemos hoy nuestra juventud, tan necesitada de ideales y valores, a Santa Rosa de Lima y busquemos nuevas opciones que los acerquen a Jesús, que se enamoren de Él y que vivan plenamente su juventud.

 







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