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Santos Cornelio y Cirpiano

Ni en Israel he hallado una fe tan grande
Meditación al Evangelio 16 de septiembre de 2024 (video)


Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net



Una de las preguntas que personas devotas de la Eucaristía me hacen, gira en torno a si somos dignos de recibir a Jesús en nuestro corazón. ¿Quién puede estar suficientemente preparado para recibir la Eucaristía? Indudablemente que todos, por más que nos preparemos, nos sentiremos siempre sucios, miserables y muy pequeños para ser dignos de que Jesús habite en nosotros.

Las palabras del centurión reflejan al mismo tiempo la pequeñez nuestra y la grandeza de Jesús. Es cierto, nosotros no somos dignos, pero su palabra lo sana. Ahí radica la grandeza de la comunión. No tanto en la forma en que nosotros podamos prepararnos, sino en la generosidad de Cristo que no duda en compartir su vida con nosotros.

Cada día debemos tener más conciencia de la grandeza de este misterio y acercarnos mejor preparados para recibirlo. Si estamos dispuestos, si creemos en su palabra, si la hacemos vida en nosotros, este alimento nos fortalecerá y nos ayudará en nuestro camino. Pero debemos tener cuidado en no menospreciar o descuidar la preparación para recibir el Pan de vida.

Ya san Pablo en la lectura de este día dirigiéndose a los Corintios les da una tremenda reprimenda porque desvirtúan el sentido de la Eucaristía y la transforman en una comida de distinciones, de competencias y de discriminaciones. Ya no se reúnen para celebrar la Cena del Señor, sino para cada quien comer su propio manjar, provocando injusticias, discriminación y competencias.

¿Qué diría San Pablo de nuestras celebraciones? ¿Son manifestación de unidad, de fraternidad y de preocupación por el hermano? ¿Se dan las competencias y las exclusividades a la hora de celebrar? Desgraciadamente en muchas ocasiones se ha perdido el verdadero sentido de la Eucaristía: ni nos unimos a Jesús, ni celebramos su Pascua, ni escuchamos su Palabra, ni nos comprometemos con los hermanos a vivir en verdadera fraternidad.



Delante de Jesús, Pan de vida, busquemos recuperar el verdadero sentido de la Eucaristía: un regalo de su bondad que nos limpia, nos purifica, pero también un gran compromiso de construir la comunión y la verdadera fraternidad.







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