Herodes mando degollar a Juan. Los discípulos de Juan fueron a avisarle a Jesús
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net
Cuando suceden graves desgracias, se busca los culpables y casi siempre se acaba por achacarle a uno solo toda la culpabilidad. Los demás se excusan y liberan con muy diferentes pretextos. Si miramos el asesinato o martirio de Juan Bautista podemos tener un reflejo de lo que sucede en nuestros ambientes.
Herodes parece disfrutar escuchando a Juan Bautista, sin embargo, una pasión y un amor mal entendido le cierran el corazón. Nunca pensaría en matarlo, pero poco a poco aleja sus remordimientos y, por no quedar mal, acepta realizar el crimen. Si le preguntáramos en un inicio si sería capaz de cometer tal asesinato, seguramente nos respondería que no. Pero también así nos sucede a nosotros: una mentira llama a otra mentira mayor; una injusticia provoca otra injusticia; si nos dejamos llevar por la pasión, después no podemos detenernos.
El mal, como también el bien, crece con las acciones. Los otros protagonistas también tienen su culpa, la hija de Herodías que aprovechando sus dotes de bailarina provoca situaciones favorables a los planes de su madre. La misma Herodías que encuentra la ocasión para librarse de quien le reclama su pecado.
A nosotros quizás nos pase igual: aprovechamos nuestras cualidades no para vivir y difundir el evangelio, sino para nuestros propios proyectos; utilizamos las personas para nuestros propios fines, y olvidamos la justicia. Son tantas las situaciones que se presentan en nuestra sociedad, donde se ha utilizado a las personas, donde se han cometido crímenes, y nadie parece culpable.
También están los espectadores. Miran con complacencia el baile, provocan la promesa de Herodes, presionan con sus aprobaciones y después callan cuando se comete el crimen. Gran parte de las situaciones de injusticia se deben a los que nos consideramos espectadores y con nuestra indiferencia o aceptación, provocamos se continúe viviendo situaciones de injusticia, corrupción, narcotráfico y violencia. Nadie puede permanecer indiferente frente a la injusticia ¿Qué nos dice para nuestros días este pasaje?