Yo soy el camino, la verdad y la vida
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net
San Juan tiene la virtud de acercarnos a Jesús, presentarlo muy humano, pero al mismo tiempo, nos lanza a profundidades y alturas que nos parecen sublimes, inalcanzables. Hoy aparece así Jesús, muy cercano a sus discípulos, comprendiendo sus temores, mirando sus miedos y tratando de animarlos: “No pierdan la paz”.
Quizás ellos le podrían decir que cómo no perder la paz si están sintiendo las persecuciones, si tienen desconfianzas entre ellos mismos, si luchan por los primeros lugares, si no logran ponerse de acuerdo. Sin embargo, Cristo que conoce todos estos rincones de la miseria humana, les dice “no pierdan la paz”. Y la razón que les da para no perderla es que deben saber en quien han puesto su confianza.
Hoy también nosotros nos vemos tentados a sumergirnos en las dudas y en los reclamos, en las disputas y en los desalientos, sobre todo cuando comprobamos que como Iglesia y como seguidores, no somos lo que Jesús espera de nosotros. Y entonces también a cada uno de nosotros nos dice Jesús: “No pierdan la paz”. Y no la pierdan por los enemigos externos que con violencia los atacan, pero no la pierdan tampoco por los fallos internos que provocan peores decepciones.
No pierdan la paz cuando se tiene que luchar por la justicia y parece que vence la violencia, ni tampoco cuando nos veamos tentados por la ambición, el poder o el placer. Y la razón para no perder la paz es que Él es el camino, la verdad y la vida.
Que Él es el camino que nos lleva a la verdad que nos da nueva vida. Cuando ponemos la confianza en otro o en otras cosas, podemos equivocar el camino y extraviarnos, si lo seguimos a Él tendremos la verdadera vida. Que hoy miremos a Jesús y lo sigamos como el camino seguro para la salvación.