Dios envío a su Hijo al mundo para que el mundo se salve por Él
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net
Hay quienes se alejan de la religión y de Dios porque quieren una mayor libertad. Quizás mucha culpa hemos tenido nosotros al presentar a Dios y al mismo Jesús como si nos ataran y encasillaran en estructuras y mandamientos inflexibles. Pero hoy Jesús nos presenta un rostro de Dios completamente diferente.
Es un Dios de amor, que nos ama hasta el extremo de entregarnos a su Hijo con la finalidad de tengamos vida y una vida plena. Esta página del evangelio la deberíamos meditar una y otra vez hasta que calara muy hondo en nuestro corazón: “Dios me ama hasta el extremo”. No viene Jesús para condenar, sino para dar vida y salvación. Dios no entrega a su Hijo al mundo para hacer justicia, sino para dar amor.
Que equivocados estamos cuando ofrecemos nuestros dones para “satisfacer” a un Dios que “está eternamente enojado”. Si pudiéramos experimentar este gran amor que Dios nos tiene, cambiaríamos muchas de nuestras actitudes y formas de relacionarnos con Él.
Cuando miramos la vida como si fuera un logro nuestro, cuando nos atribuimos los logros y los triunfos, cuando pareciera que estamos compitiendo con Dios… estamos muy equivocados, porque Dios está de nuestro lado y camina junto a nosotros. Para eso ha enviado a su Hijo y creyendo en Él alcanzaremos vida eterna.
Hay muchas formas en que vamos limitando la vida y coartando la libertad porque nos hemos vuelto egoístas y ansiosos y queremos todos los bienes sólo para nosotros, y no somos capaces de comprender nuestros límites de tiempo y de historia. Jesús viene a caminar en nuestra historia y a abrir el horizonte.
Cuando creemos en Él, cuando amamos como Él, cuando nos dejamos llenar de su presencia, podremos vivir de manera plena. Muchas veces he pensado que el hombre camina en la oscuridad por su propio gusto cuando podríamos caminar en la luz de Jesús. Pero a veces tenemos miedo a la transparencia, a la luz y a la verdad.
Este día podemos colocarnos frente a Jesús y decirle que gracias porque se ha hecho rostro del amor del Padre, porque se ha hecho caricia para cada uno de nosotros y porque, lejos de condenarnos, viene a ofrecernos salvación.