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Motivos de nuestras justificaciones
Dios justo, que juzga rectamente, que tiene ante sí nuestras mentes y nuestras acciones.


Por: P. Fernando Pascual, LC | Fuente: Catholic.net



¿Por qué nos justificamos? ¿Por qué justificamos a otros? Los motivos pueden ser diferentes, mejores o peores, correctos o incorrectos.

Nos justificamos cuando aumentamos el tiempo de sueño, porque decimos que estamos cansados.

Nos justificamos cuando respondemos a las murmuraciones de otros con palabras de condena contra los murmuradores, porque pensamos que así ponemos las cosas en su sitio.

Justificamos un “desliz” de un político, porque nos resulta interesante su programa, o porque tenemos miedo de que triunfen los opositores.

La lista de justificaciones es enorme, pero suele tener un fundamento común: defender algo que vemos como bueno o, al menos, como deseable.



Sin embargo, hemos de reconocer que hay justificaciones que no son correctas, porque en realidad no justifican nada.

El político que ha sido sorprendido en un delito fiscal tiene que ser adecuadamente castigado. No tiene sentido justificarle con la excusa de que los otros son peores.

Otras justificaciones no son correctas porque se construyen sobre nuestros egoísmos, ambiciones, avaricias, lujurias, perezas, envidias, odios.

Pero constatar que hay “justificaciones injustificadas”, erróneas, insuficientes, no significa olvidar que existen otras justificaciones plenamente legítimas.

Esas buenas justificaciones se basan en la verdad, buscan promover el bien, desean analizar con la luz adecuada comportamientos y hechos de nosotros mismos o de otros.



Ante las justificaciones, por lo tanto, hay que tener en cuenta siempre qué se busca justificar, y cómo se elabora el argumento orientado a defender a personas y comportamientos concretos.

Lo cual, en muchas ocasiones, resulta difícil, pues muchas veces no conocemos bien los hechos (y casi nunca conocemos las intenciones), y porque con facilidad cometemos errores al justificar lo injustificable.

Reconocer las dificultades que existen a la hora de vernos a nosotros mismos y de ver a los demás nos ayuda a abrirnos al único Juez que conoce de verdad todo lo que hay detrás de cada comportamiento, y que además busca solo el bien de cada uno.

Ese Juez se llama Dios: el Dios justo, que juzga rectamente, que tiene ante sí nuestras mentes y nuestras acciones, que busca siempre ayudar a las víctimas, y que sabe corregir y guiar hacia el arrepentimiento verdadero a los culpables.







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