La luz de la salida
Por: Martin Corgnali | Fuente: Gama - Virtudes y Valores

Para algunos la esperanza es como una luz al final de un túnel oscuro que indica la salida. Para otros, más pesimistas, esa luz indica un tren que viene de frente. ¿En dónde está la diferencia? Todo depende sobre qué o en quién ponemos esa esperanza.
La esperanza, es la virtud por la que deseamos y esperamos de Dios la vida eterna como nuestra felicidad, confiando en la promesas de Cristo (CIC, 387). Por lo tanto, implica confiar en algo o en alguien que nos dará el bien y la felicidad que pretendemos.
Si la esperanza se convierte en sufrimiento, angustia o desesperación, es porque no está basada en algo que sea seguro. La excesiva confianza en el dinero, la fama, la belleza, en las propias cualidades, no proporciona la fuerza necesaria para superar los problemas, y puede angustiarnos. De aquí el dolor ante la perdida de bienes, la frustración por el derrumbe de un proyecto, la angustia frente a una enfermedad, el desaliento ante las cruces de cada día. Cuando nuestra esperanza tiene por fundamento las arenas movedizas de las cosas pasajeras es comprensible que esa luz sea un tren que viene de frente.
Muy diversamente vive esta virtud el auténtico cristiano, pues tiene por fundamento a Jesucristo. Él es una base segura que nos acompaña hasta el fin del mundo, nos promete el ciento por uno en esta vida en fortaleza, paz y felicidad, y la vida eterna. Por esto el cristiano afronta con decisión y entereza las situaciones adversas. El Santo Padre nos recordaba en una de sus encíclicas que “la capacidad de sufrir depende del tipo y de la grandeza de la esperanza que llevamos dentro y sobre la que nos basamos” (Spe Salvi, 39).
Un gran testimonio de esperanza cristiana nos lo dio san Pablo. Él, a pesar de los grandes sufrimientos y persecuciones, confió en Aquél que lo llamó, murió y resucitó por él; y así animaba a sus comunidades: “mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa” (Hch 10,23). Esta es la esperanza que llevó a san Pablo a no bajar los brazos y seguir luchando, esperando contra toda esperanza.
Cuando nos sentimos solos, la enfermedad toca a nuestra puesta o nos preocupa el futuro, la esperanza es la luz que nos permite ver más allá de esas vicisitudes. Quien pone su esperanza en Jesucristo no será defraudado, porque Él es fiel a su promesa. Si vamos a su lado no debemos temer, pues el que va con Él jamás caminará en tinieblas. Si nuestra esperanza se fundamenta en las promesas de Cristo, entonces esa luz al final del túnel es la salida.
¡Vence el mal con el bien!
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