Mis ojos han visto al Salvador
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net

Nuestra felicitación y agradecimiento a todos los consagrados, religiosos y religiosas, que dan su testimonio y su vida en nuestra diócesis. Es bonita esta fiesta de la Candelaria con la que nuestro pueblo cierra las fiestas de Navidad. No puede ser de otro modo: el niño deberá que ser presentado en el templo, como cualquier niño judío. Las fiestas y los levantamientos del Niño Dios vienen precedidos de tamales y alegría. Pero quizás no hemos profundizado esta celebración y nos quedamos en puro folklor y nada de contenido religioso.
Me gusta mucho imaginar esta escena. María y José llevando al niño Jesús como uno de tantos, desconocido e ignorado, a presentarlo en el templo, a ofrecer un par de tórtolas. Pero después viene la confesión de fe hecha por Simeón que afirma que la presencia de ese Niño le ha dado todo el sentido de la vida. Pero nos enseña que no solamente le da sentido a su vida sino que ha sido puesto como luz de las naciones. Y este es el sentido de la Candelaria: manifestar a Cristo como luz de todos los pueblos.
En muchos lugares la fiesta parecería más en honor de la Virgen María, como la Virgen de la Candelaria, pero es María que presenta a su Hijo como la verdadera luz, aunque ella también lo está descubriendo. El anciano Simeón es el que nos da este verdadero sentido: Jesús es el esperado de las naciones y se ha puesto como luz de todos los pueblos, pero como una luz que provocará contradicción.
Hay quienes preferirían que no se encendiera una luz para que no se pudieran descubrir sus maldades y mantenerse en la oscuridad y el ocultamiento. La luz descubre las intenciones y manifiesta la realidad del corazón. Para alcanzar la luz, María tendrá que pasar por el sufrimiento, le enseña Simeón. Es el único camino para acercarse a Jesús: sufrir con Él, en sus hermanos pequeños. Para que una vela dé luz, no tiene otro camino que deshacerse, desgastarse. Hay quienes quisieran ser luz sin sufrimiento. Que este día descubramos a Cristo como verdadera luz de nuestras vidas y que también nosotros nos comprometamos a ser luz en el servicio, en la entrega y en el amor.
