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"Señor, Dios mío, a ti me acojo"
Los salmos, alma de mi corazón.


Por: P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC | Fuente: El Observador de la actualidad



El Salmo 7 inicia con una súplica de lamento contra los perseguidores; señala su confesión de inocencia, apelando al juicio de Dios sobre todos los pueblos. Pide a Dios que haga justicia frente a la maldad de sus adversarios. Confía plenamente en la justicia divina a través de una confianza agradecida. El orante espera la protección de Dios. Declara su inocencia contra las falsas acusaciones de injusticia e infidelidad.

La vida es de peso para todo ser humano. El lenguaje es patético y majestuoso. Dios juzga a las naciones, por eso es garante del orante. Dios ofrece su protección como un escudo. Dios como un guerrero amenaza a quienes no cumplen su ley. Se señala la ruina del impío.

El Salmo 7 concluye proclamando la justicia del Señor con la alegría de quien canta al honor de Dios Altísimo.

En la perspectiva cristiana el Justo de los justos, Jesús, fue condenado injustamente; Dios Padre que juzga justamente lo llenará de Gloria porque puso toda su confianza en Él. Así en 1 Pedro 2, 22-23: “Él no cometió pecado ni se halló engaño en su boca. Cuando era insultado no respondía con insultos; al sufrir no amenazaba, sino que confiaba su causa a Dios, que juzga justamente”.







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