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El mito de Lilith, ¿es bíblico?
No hay una historia clara sobre este personaje legendario ¿Qué nos dice este mito?


Por: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net



El mundo antiguo nos ha dejado numerosas narraciones sobre los orígenes de la humanidad. Un relato que no deja de suscitar interés se refiere a una diosa llamada “Lilith” (o Lilit).

No hay una historia clara sobre este personaje legendario. Para algunos, Lilith pertenece a la tradición sumeria, para otros a la tradición acádica. Quizá luego, desde el mundo mesopotámico, el mito de Lilith se introdujo en el mundo judío.

¿Qué nos dice este mito? Lilith sería una especie de diosa conocida por sus actividades diabólicas, que resultaría especialmente peligrosa para las mujeres que daban a luz, al consumir la sangre y los tuétanos de los hijos. Para protegerse de los ataques de Lilith, se recurría, en el mundo pagano, a encantos y amuletos.

El mundo judío recogió una alusión sobre Lilith en la Biblia, en un breve texto de Is 34,14, quizá simplemente para aludir a espíritus malignos en general, y sin darle mayor importancia al tema.

Es erróneo decir, como se hace en algunas interpretaciones recientes, que exista una narración en el libro del Génesis sobre una Lilith creada como mujer antes incluso que Eva. La importancia bíblica de este personaje es, por lo tanto, mínima.

En el mundo de la cábala y de las interpretaciones judías, sin embargo, Lilith adquirió cierta importancia y se elaboraron sobre ella diversas teorías, en general condenatorias, al ver en ella una especie de demonio maligno. El Talmud (un antiguo comentario hebreo sobre la Biblia) presenta a Lilith con rostro de mujer, largos cabellos y un cuerpo dotado de alas. En otro contexto interpretativo se habla de Lilith como de la primer mujer de Adán, pero no aparece, como ya dijimos, en el Génesis.

El siglo XX ha visto un nuevo interés por este personaje, y no han faltado algunos promotores del feminismo que han querido presentar a Lilith como modelo de una mujer emancipada social y sexualmente, pasional y combativa, enemiga de la “esclavitud” que se originaría a partir del nacimiento de los hijos. Por su rebeldía, dicen estos intérpretes, fue condenada por quienes querían someter a las mujeres, como si fuese un demonio o un vampiro, cuando, en realidad, sería una anticipación frustrada de la liberación femenina.

A Lilith, dicen estos intérpretes, los judíos habrían opuesto la imagen de Eva, mujer sometida a su esposo y encadenada a las tareas de la maternidad.

Estas interpretaciones carecen de validez por diversos motivos. El primero es que no hay rastro en la Biblia ni en el mundo antiguo de una oposición entre Lilith y Eva. El segundo es un desconocimiento profundo del modo correcto de leer la Biblia: una cosa es analizarla como un libro literario, sumamente rico, escrito por autores hijos de su tiempo, y otra (más profunda) es leerla como un libro que ha sido inspirado por Dios para nuestra salvación.

El tercer error consiste en transponer problemas y debates ideológicos de la actualidad a mitos antiguos, como si el pasado fuese una confirmación de lo que ahora vivimos. Los “valores” que algunos quieren encontrar en una Lilith supuestamente condenada, según ellos, por una cultura patriarcal opresora, no son valores que liberen a la mujer, pues la maternidad no es ninguna esclavitud, sino una de las riqueza más hermosas de la mujer (como la paternidad es una enorme riqueza del hombre).

Hombre y mujer no son, ni deben ser, antagonistas, como nos enseña la fe cristiana y como ha explicado recientemente el Magisterio eclesiástico. El mito de Lilith no debe ser reinterpretado, por lo tanto, ni contra el modo correcto de hacer historia, ni contra la visión positiva que sobre las relaciones entre el hombre y la mujer ofrece nuestra fe cristiana.




 







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