La alegría en medio del sufrimiento
Por: Mons. Jorge Carlos Patrón Wong | Fuente: Semanario Alégrate
Sorprende que en el domingo de Gaudete, domingo de la alegría en este tiempo de adviento, la palabra de Dios sitúe a Juan el Bautista en la cárcel . De entrada, es una situación contraria a la que sugiere la alegría, porque la prisión es una experiencia de desolación y abatimiento que presentaría un panorama completamente distinto a la alegría que se anuncia este día.
Juan tenía la autoridad moral para señalar el pecado y pedir la conversión. Ante su palabra que tocaba el corazón, la gente, los cobradores de impuestos e incluso los soldados se acercaban a él para preguntarle: “¿Qué tenemos que hacer?” En este contexto señaló el pecado de Herodes Antipas que se había casado con la esposa de su hermano Filipo, por lo que, de manera perversa y arbitraria, como actúan los tiranos del mundo, Herodes lo había encarcelado y más tarde lo mandará decapitar. Después de admirar y quedar cautivados por la vida y la palabra de Juan Bautista que se atrevía, en medio de la injusticia y la cerrazón, a pedir la conversión y el arrepentimiento sincero ante la llegada del Mesías, inquieta verlo ahora encarcelado y, sobre todo, preguntando a Jesús por medio de dos discípulos: “Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”.
Él lo había bautizado en el Jordán y lo señaló ante los demás como el Cordero de Dios. Pero es de suponer que desde el aislamiento y la restricción de la prisión no podía confirmar en primera persona los signos que Jesús estaba realizando.
Por otra parte, ante la expectación por la llegada del Mesías, había por lo menos dos imágenes que no eran fácilmente compatibles. Una es la imagen gloriosa y apocalíptica del Mesías que presenta el profeta Daniel, cuando se refiere al hijo del hombre que vendrá descendiendo desde las nubes del cielo (Dan 7, 13-14).
De hecho, Jesús había usado esta imagen cuando le contesta al Sumo sacerdote, durante el interrogatorio antes de su muerte: “Verán al Hijo de Dios sentado a la derecha del Todopoderoso venir sobre las nubes del cielo” (Mt 26, 64). Se trataba de una imagen atrayente para todos los que sufrían, por lo que muchos esperaban un Mesías que eliminara todos los sufrimientos del mundo. La segunda imagen del Mesías es la del siervo de Yahvé, el siervo sufriente que aparece en el profeta Isaías (Is 53). La pregunta de Juan se relaciona más con la primera imagen del Mesías, pues parece que, como se está presentando, Jesús no viene con esa gloria de la que habla el profeta Daniel.
Sin embargo, con los signos y los milagros que está realizando, Jesús confirma que Dios con su gracia puede hacer desaparecer los dolores y enfermedades, pero no sólo eso, sino que también nos asegura su presencia en nuestros sufrimientos.
Por eso, Jesús llega a decir: “dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí”. Es como si quisiera decirle: “dichoso tú, Juan, si entiendes que has recibido la gracia de la redención, a pesar de que estás en prisión; dichosos los que entiendan que han recibido la gracia en medio de los sufrimientos de esta vida”.
Dada la prueba tan difícil por la que pasaba Juan Bautista, podemos asegurar que recibió la respuesta de Jesús con esperanza y alegría, llegando a ver en su sufrimiento no solo algo terrible, sino algo glorioso. Y así llega hasta nosotros esta respuesta: alégrate porque la gracia del Señor ya está en ti en medio de tus sufrimientos e incomprensiones. Teniendo a Jesucristo ya tenemos todo. El cielo no va ser algo distinto a lo que celebramos en la eucaristía, pues la misa es el cielo adelantado. Claro que nuestra capacidad aquí de percibir y disfrutar la presencia de Jesucristo es limitada. Cuando celebramos la eucaristía, el cielo está aquí, ya ha llegado, está con nosotros.
Por eso, tenemos que estar alegres y aguardar con paciencia, como dice san Pablo, porque el Señor está cerca. Y para ejercitarnos en este camino se nos invita a tomar como ejemplo de paciencia el sufrimiento de los profetas, como el de Juan Bautista.
En medio de la crisis, la violencia y los sobresaltos de la vida Dios permita que nuestro pueblo encuentre tantos motivos para alegrarse con la fiesta de la Virgen de Guadalupe, cuya presencia confirma la presencia de Dios en medio de su pueblo, aún en los momentos más dramáticos de la historia.
Estos días de fiesta con el cancionero mexicano expresamos con mucha emoción y esperanza que, desde que la Virgen de Guadalupe se quiso quedar en nuestra tierra: “Ser guadalupano es algo esencial”.