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¿Cómo presentarnos ante Dios?
Oración cristiana, plenamente bíblica.


Por: Prisciliano Hernández Chávez, CORC | Fuente: El Observador de la actualidad



Los Salmos han sido la base de la oración de Israel y el alma oracional de la Iglesia como Nuevo Pueblo de Dios en su oración diaria, a través de la Liturgia de las Horas: el Oficio de Lecturas, Laudes, Horas de Tercia, Sexta y Nona, las Vísperas y finalmente las Completas. También forman parte de la Liturgia de la Palabra en la Santa Misa.

A lo largo del tiempo, brindaré acercamientos para que sea el mismo Salmo el alma de nuestra vida de oración, que pasa por diversas situaciones y circunstancias. Será muy conveniente tener a mano cualquier traducción de la Biblia o de la Sagrada Escritura, para orar el Salmo correspondiente, sin prisas, pausadamente, y así permitir que el Espíritu Santo, don de Cristo Resucitado a su Iglesia, inspirador de toda la Santa Escritura, y por tanto del Salterio, despliegue su delicado influjo y llene nuestra alma de su vitalidad divina de modo que nuestra palabra coincida con la Palabra y florezcan sus dones en nuestro interior, como participación de su vida sobrenatural y divina.

Con los Salmos “todo ser viviente alabe al Señor” (Sal 150,6). En la Biblia hebrea los Salmos llevan el nombre de Séfer tehillim que significa Libro de Alabanza; los traductores griegos lo llamaron Psalmoi, que traducido significa “cantos con acompañamiento de cuerdas”; también se llama Psalterio, el nombre del instrumento de cuerdas.

Los Salmos nos ayudarán a saber cómo presentarnos ante Dios vivo y verdadero; ante su majestad, ante su compasión y ante su amor. El Señor está cerca de los pobres; ama a los humildes y oprimidos. Atreverse a orar los Salmos es abrirse a la acción del Espíritu Santo y a configurarse con los sentimientos y actitudes de Jesús: el Señor, en la Iglesia y a ser Iglesia en camino. Ha sido la oración predilecta de Jesús, de María de Nazaret, de San José y de muchos santos.







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