Sin el domingo no podemos vivir
Por: José de Jesús Beaumont Galindo | Fuente: Semanario Alégrate

Tal vez te haya pasado alguna vez que no tienes ganas de asistir a la misa dominical, porque te aburre, porque no te gusta, porque ¿para qué?
Permíteme contarte una historia de lo importante que es la Eucaristía para enfrentar la vida diaria, al grado tal de dar la vida por ella.
Te invito a que conozcas la Historia de los Mártires de Abitinia (Túnez).
En el año 304, durante la persecución del emperador romano Diocleciano, 49 personas, hombres, mujeres y niños fueron detenidos en Abitinia (Túnez) por haber sido sorprendidos participando en su celebración dominical, a pesar de que existía una prohibición por el emperador
Una vez apresados, fueron conducidos a Cartago, y cuando los magistrados los interrogaron, confesaron su fe de manera tan resuelta, que los mismos jueces les aplaudieron por su valor.
A pesar de los tormentos, todos y cada uno, incluyendo también a los niños, confesaron ser cristianos y haber estado presentes los domingos en la celebración de la Eucaristía.
Uno de ellos, llamado Emérito, que fue quien prestó su casa para llevar a cabo la reunión, cuando le preguntaron por qué violaron la ley, respondió: “Sin el domingo, no podemos vivir”.
Posterior a estas declaraciones, todos ellos fueron torturados en varias ocasiones y finalmente asesinados.
Los mártires de Abitinia nos dejan una reflexión para nosotros que vivimos en este siglo XXI, porque tampoco es fácil para nosotros vivir como cristianos en este tiempo.
El mundo en el que nos encontramos, caracterizado por el consumismo desenfrenado, por la indiferencia religiosa, por las ideologías tan variadas con las que somos bombardeados por todos los medios todos los días, nos debe mover a la necesidad que tenemos de recibir este Pan, “El Pan de los fuertes” que es el mismo Cuerpo de Cristo, para poder enfrentar los retos, los esfuerzos y los cansancios de nuestro viaje por este mundo. El domingo, día del Señor, es la ocasión propicia para poder encontrar la fuerza necesaria en Él, que es el Señor de la vida.
Y para ti, sin el domingo, ¿puedes vivir?