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Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos
Meditación al Evangelio 1 de noviembre de 2022 (audio)


Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net



El Papa Francisco en su exhortación: “Gaudete et exultate” (Alégrense y salten de contento”) nos hace a todos una invitación a la santidad basándose en las bienaventuranzas que acabamos de escuchar. Las bienaventuranzas, al contrario de lo que muchos podrían pensar al contraponerlas a los diez mandamientos, vienen a darles su verdadero sentido. Recogen toda una tradición del Antiguo Testamento donde se nos presenta como dichoso quien se pone en manos del Señor, el que escucha sus palabras, el que sigue sus mandamientos, pero cambia totalmente la fuente de la felicidad, que eran la riqueza, la larga vida y la salud.

Hoy estas bienaventuranzas, si bien es cierto que se contraponen a todo nuestro mundo, a toda nuestra ambición, a toda la tendencia del hombre actual, vienen a dar el verdadero sentido del discípulo de Jesús. Si nos detenemos a reflexionar en cada una de ellas, encontraremos una gran veta de espiritualidad para el hombre actual. La paradoja que presenta Jesús en ellas, expresa la verdadera situación del creyente en el mundo actual, tal y como la expresaba el apóstol Pablo: “Nos hemos convertido en la burla y espectáculo del mundo” “Somos tenidos por impostores y sin embargo vivimos de la verdad”. Las bienaventuranzas proclamadas por Jesús a sus discípulos representan, de manera sintética, una nueva forma de comprender la acción de Dios en la humanidad. Son una propuesta de vida, de felicidad y de alegría.

Pero no son sólo palabras, sino que quien las lee con atención descubre una especie de biografía esbozada de la vida de Jesús. Él que no tiene donde reclinar la cabeza es el verdadero pobre; Él que puede exclamar: “Vengan a mí porque soy manso y humilde de corazón” es el verdaderamente limpio de corazón y siempre contempla a Dios. Es Él el constructor de la paz y quien sufre por el amor de Dios. Así las bienaventuranzas se transforman en un verdadero retrato de Jesús, pero también son un desafío para cada uno de sus discípulos.

En este día de Todos Santos, encontramos una propuesta concreta y entusiasta para vivir la santidad. No es esa santidad dulzona y empalagosa con que se nos pretende presentar a algunos santos. Es la santidad que busca justicia, que puede transformar el mundo, que busca incendiar de amor a todas las gentes. ¿No nos sentimos llamados a vivir al igual que Jesús esta santidad?








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