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¡La oración que agrada al Señor!
El Señor Jesús nos enseñó con sus palabras y sobre todo con su testimonio de vida la necesidad de estar en sintonía con el Padre.


Por: Pbro. Julio Parra Hernández | Fuente: Semanario Alégrate



Los cristianos tenemos en la lectura de la palabra de Dios y en la oración personal o comunitaria una forma muy concreta de tocar el corazón de Dios y de poner en sus manos misericordiosas todo lo que somos y tenemos. Es por ello que, en nuestra vida ordinaria, siempre tenemos que hacer un espacio para el encuentro con Dios, para la meditación de su Palabra y para la oración. Son cosas necesarias y saludables para nuestra vida. Cuando hacemos oración nos alimentamos de Dios y se acrecienta en nosotros la fe y la esperanza. Una vida de oración, por lo regular, se convierte en una vida entregada al servicio de Dios en la persona de los demás.

Pero ¿cómo debemos orar? Para responder a esta pregunta fijémonos en lo que nos cuentan los Evangelios. En ellos encontramos al Señor Jesucristo que, con su ejemplo y su palabra, enseña, exhorta e invita a sus discípulos la necesidad de orar siempre y la forma cómo debe ser nuestra oración. En primer lugar la oración del discípulo debe ser humilde, es decir no debe ser una oración presuntuosa ante Dios o una oración que sirva para la vanagloria ante los hombres. Si nuestra oración no brota de la humildad, desde el reconocimiento de nuestra verdad, de personas necesitadas de Dios y su misericordia, es una oración que no nos justifica… ‘Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humille será enaltecido’ (Lc 18, 10-14) En segundo lugar debe ser una oración que salga de nuestro corazón más que de los labios. Es decir, una oración sincera, que expresa a Dios lo que se está viviendo, lo que se está sintiendo no solo para obtener algo a cambio y mucho menos que lleve la finalidad de aparentar ser lo que no se es ante Dios y ante los demás sino, más bien, una oración por amor, por convicción. En tercer lugar ha de ser una oración que exprese nuestra confianza en el Padre Dios y una oración insistente hasta la importunidad (Mt 6 8; 7 7-11; Lc 11 5-8; 18 1-8) Aunque el Padre conoce bien lo que necesitamos antes de pedirlo, cuando se lo pedimos, como hijos, le expresamos nuestra confianza total, nuestra fe en Él. Por otro lado debemos pedir sin cansarnos, sin desfallecer. Pedir y esperar con fe y confianza porque nuestra oración siempre es escuchada por nuestro Padre Dios.

Por otro lado, los Evangelios nos cuentan que nuestra oración será escuchada, ciertamente, si se hace con fe, en el nombre de Jesús y pide cosas buenas para nosotros y para los que están a nuestro alrededor (Mt 21 22ss; 18 19-20; Jn 14 13-14; Mt 7 11ss) El Señor dijo abiertamente que cualquier cosa que pidiéramos en su nombre el Padre Dios nos la concedería; así que nuestra oración debe ser una oración que exprese confianza y fe y sobre todo que pida cosas buenas. A este último respecto, cuentan que había dos campesinos que tenían su ganado y uno le decía al Señor: Te doy gracias porque eres bueno conmigo y porque me das lo necesario para que vivamos, mis hijos y yo, con dignidad. Mientras que el otro campesino, que era hombre envidioso, le decía al Señor en su oración… ¡Señor que se mueran las vacas de mi compadre! Obviamente no pedía el bien o cosas buenas sino que pedía el mal para su prójimo y por tanto su oración no era una plegaria que llega al corazón de Dios que tiene un corazón compasivo y misericordioso. Por último, en los Evangelios también encontramos ejemplos de cosas buenas que hemos de pedir: hemos de pedir el Espíritu Santo… ‘Cuanto más el Padre celestial os dará el Espíritu Santo a quienes lo pidáis’ (Lc 11 13ss) nuestra oración ha de pedir el perdón… ‘el otro no se atrevía a levantar la cara hacia el santuario, sólo se golpeaba el pecho y decía: perdóname Señor, soy un hombre pecador’ (Lc 18 13ss) la oración debe pedir el bien de los perseguidores… ‘Pero yo os digo amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan’ (Mt 5 44ss) y sobre todo debemos pedir el advenimiento del Reino de Dios y la preservación en la prueba escatológica, la prueba final… ‘pero el que persevere hasta el fin se salvará’ (Mt 24 13 ss).

El Señor Jesús nos enseñó con sus palabras y sobre todo con su testimonio de vida la necesidad de estar en sintonía con el Padre Dios a través de la oración. Que nuestra oración tenga las mismas características de la oración del Señor, a las que hemos aludido más arriba, de tal manera que se acreciente nuestra fe, nuestra confianza y nos podamos entregar, con humildad, en el servicio de nuestros hermanos según nuestra vocación.







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