La oración del humilde atraviesa las nubes
Por: Pbro. Joaquín Dauzón Montero | Fuente: Semanario Alégrate

En este texto del evangelio de Lucas tenemos una nueva parábola y, como en toda parábola, tenemos unos términos de comparación que, a la vez, se identifican con la paradoja o contraposición de los personajes: el fariseo y el publicano.
El fariseo da gracias a Dios y se felicita resaltando sus buenas acciones y su actitud es, a las claras, las de un hombre pagado de sí mismo que se cree merecedor de la atención divina; no lo busca por lo que es sino por lo que piensa que lo justifica: sus obras: “no soy como los demás hombres, injusto y adúltero, tampoco como ese publicano”.
Aquí hay dos cosas que debemos notar: la altivez del personaje y su falta de sencillez, cosas éstas, que lo orillan a compararse con el publicano. Toda comparación es, en el fondo, un desprecio tácito, tratándose de otra persona. Por su actitud, el fariseo, que no le pide nada a Dios, se siente con todos los derechos y no necesita de la compasión y de la misericordia divina, única que puede justificarlo. Los cristianos debemos cuidarnos de la idea que abunda entre nosotros: doy para que me des. Muchas veces esta idea se la aplicamos a Dios mismo.
“La oración del humilde atraviesa las nubes...”, dice la lectura del libro del Eclesiástico y que tomamos como título de la reflexión. Sí, Jesús quiere poner ante nuestra mirada la actitud profunda que da sentido a la oración y que enseña de muchas maneras: buscando, por ejemplo, el último lugar... Eso es lo que hace el publicano postrándose lejos y sin levantar los ojos, para pedir lo que el presiente como algo inmerecido. Su actitud es de profunda humildad y se pone en el lugar que le corresponde delante de Dios: una criatura necesitada de su misericordia, por eso Dios lo justifica, al contrario del fariseo.
Ojalá repensáramos nuestras actitudes delante de Dios y pidiéramos la luz de su Espíritu, para aprender a pedir lo que realmente vale la pena, desde nuestra condición de hijos necesitados de todo. La humildad es un valor opuesto a la soberbia y tiene relación con el término “humus” que es la descomposición de la materia orgánica que forma la capa externa de la tierra y que nos hace recordar la frase: “polvo eres y en polvo te convertirás”.

