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«¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?»
Reflexión del domingo XV del Tiempo Ordinario Ciclo C


Por: Roque Pérez Ribero | Fuente: Catholic.net



«Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: “Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?”. Él le dijo: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?”. Respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. Díjole entonces: “Bien has respondido. Haz eso y vivirás”» (Lc 10,25-28).

Celebramos hoy el domingo XV del Tiempo Ordinario y nos regala el Señor una Palabra de Vida en la que el mismo Dios se manifiesta como la Vida y en la que muestra que su único deseo es que nosotros alcancemos la Vida que Él quiere proporcionarnos: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10).

Así, mientras rezo al escribir esta reflexión viene a mi mente el versículo del Salmo 15: «Me enseñarás el camino de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha» (Sal 15,11), que me conduce al salmo responsorial de hoy: «La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel, sabiduría del sencillo. Los preceptos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos» (Sal 18,8-9).

Así, frente a lo que el Papa Emérito S.S. Benedicto XVI llamó la «dictadura del relativismo», el Señor nos presenta hoy las diez Palabras de Vida, el camino que nos conduce a la verdadera realización personal, a la verdadera felicidad. Así, ya desde la primera lectura se nos ofrece dónde se encuentra la Vida, ya que muchas veces hemos estado buscando la vida donde no está, en los ídolos de este mundo que nos presenta el maligno haciéndonos creer que satisfará lo más profundo de nuestro corazón, pero que realmente lo que hacen es conducirnos al vacío y a la muerte: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?» (Lc 24,5). Así, se nos proclama hoy en la primera lectura: «Escucha la voz del Señor tu Dios guardando sus mandamientos y sus preceptos, lo que está escrito en el libro de esta Ley; conviértete al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma» (Dt 30,10).

Y me clarifica todavía más el mensaje del Señor unos versículos más adelante del mismo capítulo del libro del Deuteronomio: «Mira, yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia. Si escuchas los mandamientos del Señor tu Dios que yo te prescribo hoy, si amas al Señor tu Dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos, preceptos y normas, vivirás y multiplicarás; el Señor tu Dios te bendecirá en la tierra a la que vas a entrar para tomarla en posesión. Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar a postrarte ante otros dioses y a darles culto, yo os declaro hoy que pereceréis sin remedio y que no viviréis muchos días en el suelo que vas a tomar en posesión al pasar el Jordán» (Dt 30,15-18).



Porque el Señor lo que desea del ser humano es que sea feliz, que viva: «Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).

Mientras continúo meditando con la Palabra de hoy resuenan en mi corazón unas palabras de Jesucristo en el sermón de la montaña: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento» (Mt 5,17).

Jesucristo ama plenamente a su Padre y al prójimo. Nos ha amado hasta dar la vida por cada uno de nosotros, y quiere concedernos su Espíritu Santo para que también vivamos como vivió Él su vida terrena, con una vida entregada totalmente a Dios: «Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron. Y murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos» (2 Co 5,14-15). Porque como dirá San Pablo también en otra de sus epístolas: «La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud» (Rm 13,10).

Resuenan en mi corazón las palabras de San Agustín: «Nos has creado, Señor, para ti, y nuestra alma no descansará sino en Ti.»  Hemos sido creados por Dios y para Dios, y la Palabra de hoy nos invita a estar vigilantes para saber discernir lo que viene de Dios y lo que nos aleja de Él, porque, frente a los engaños del maligno, que dice que hacer lo que Dios quiere es una barbaridad, que sea uno el que decida lo que está bien o mal, (Gn 3), el Señor viene con la Verdad que hemos experimentado y que experimentamos cuando obedecemos al Señor con la ayuda de su Gracia: «La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel, sabiduría del sencillo. Los preceptos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos» (Sal 18,8-9).

Así el Señor nos invita a defender lo que Dios nos da por medio de la oración, de la lectura de la Palabra de Dios, de los sacramentos, sobre todo de la Eucaristía, porque tal y como dice el mismo Jesucristo: «Velad y orad, para que no caigáis en tentación; porque el espíritu está pronto, pero la carne es débil» (Mt 26,41).



Porque el Señor quiere que este amor a Dios se materialice en el amor al prójimo, en que hagamos a los demás lo mismo que Él ha hecho y hace con cada uno de nosotros: «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. Nosotros amemos, porque Él nos amó primero. Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano» (1 Jn 4,10-11.19-21); «Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor. Pues el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Rm 13,8-9). Feliz domingo.







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