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Elías ha venido ya, pero no lo reconocieron
Meditación al Evangelio 11 de diciembre de 2021 (audio)


Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net



Elías, en la mente y corazón del pueblo judío, se perfila como el gran profeta. Su recuerdo lo hace aparecer como uno de los más grandes, hasta llamarlo el profeta de fuego como nos lo dice la primera lectura de este día. Seguían añorando el tiempo pasado y ahora que tienen ante sí al verdadero Salvador, no son capaces de reconocerlo. Tampoco han podido reconocer a Juan el Bautista y hasta lo han condenado a muerte.

¿Podremos reconocer nosotros al Mesías? Jesús identifica la figura de Elías con Juan el Bautista porque es muy semejante la misión que tienen los dos y la fuerza con que proclaman a los poderosos la verdad. Sin embargo, ni uno ni otro son el Mesías, sino sólo el mismo Jesús, Palabra Viviente del Padre.

Jesús también se presenta como un profeta incómodo que pagará con su vida el atrevimiento de hablar con la verdad. En varias ocasiones Él mismo afirmó que venía a traer fuego, de la misma manera que se representa a Elías. Y es que con Jesús no hay medianías: se está decididamente con Él, o se pone en su contra. Sus palabras están resonando en medio de nosotros: “He venido a traer fuego al mundo y quiero que arda”. A un mundo sumergido en la oscuridad y en el frío, Jesús ofrece su fuego.

Estos días, en muchas regiones de nuestro México, ya ha calado fuerte el frío y las consecuencias con sus enfermedades no se han hecho esperar, que ahora nos causan más temor  por los posibles contagios del virus. Pero el temor no debe ser sólo a ese frío, sino al frío de la indiferencia, al frío que nos permite pasar de largo frente al hermano desamparado, al frío de un corazón insensible, capaz de hacer las peores atrocidades.

“El mundo muere de frío, el alma perdió el calor, los hombres no son hermanos, el mundo no tiene amor” cantamos estos días esperando la venida del Salvador, verdadero fuego que da vida, transforma y calienta nuestros corazones. No permitamos que nuestra indiferencia, nuestra tibieza, cierre los corazones a este Jesús que ya llega para iluminarnos, para transformarnos y para darnos vida. Ven, Señor Jesús.










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