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Hagan lo que Él les diga
María, al decir "sí" al Señor, aceptó sin vacilar ser parte del plan de salvación.


Por: Luce Bustillo de Schott | Fuente: Catholic.net



Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino».

Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.» Dice su madre a los sirvientes: «Hagan lo que él les diga» (Jn 2).

Hoy más que nunca estamos viviendo tiempos difíciles en los cuales las instituciones más afectadas y atacadas son el matrimonio y la familia. Lo más doloroso de esta tragedia que hoy se vive es la angustia, el dolor y la inestabilidad que viven los hijos al ver desmoronarse el hogar donde deben crecer seguros y en un ambiente de unión familiar.

Cuando Dios preparó el plan de salvación de los hombres, nos envió a su Hijo y lo hizo como parte de una familia, como Hijo de María. Por amor a nosotros asumió nuestra humanidad, se hizo frágil y vulnerable entre nosotros. Así, la familia es salvada cuando vive la vida que Dios dispuso para ella.

Si estuviéramos realmente conscientes del amor de Dios por la familia y las intenciones con las cuales formó ese modelo de familia, seríamos más consecuentes y podríamos rescatar los verdaderos valores que lograrían restaurar tantos hogares que hoy viven el dolor de la separación.



María es el mejor modelo que Dios eligió para formar la institución de la familia otorgándole el privilegio de ser la Madre de Nuestro Señor, criarlo, educarlo y darle un hogar lleno de amor, mostrándonos cómo debe crecer, formarse y desarrollarse un hijo emocionalmente con una vida ordenada, fiel, de mutua preocupación y cuidado, e intenso amor.

“He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1).

María, al decir “sí” al Señor, aceptó sin vacilar ser parte del plan de salvación. Por eso debe ser parte importante para la unidad y salvación de todo matrimonio y familia.

Debemos acudir a ella con confianza en los momentos difíciles y de incertidumbre para que nos ayude a resolver todos los problemas que estemos atravesando y podamos mantener nuestros hogares alegres y luminosos.

Como María, tenemos que darle a Dios ese “sí” que nos compromete a colaborar en su plan de salvación como padres de familia. Así conduciremos a nuestros hijos por ese mismo camino y podrán luego ellos transmitir los verdaderos valores a sus hijos mostrándoles, el camino hacia Dios. Se convertirán así en colaboradores de nuestro Padre en la salvación de las almas y en la misión de conducir a sus hijos al cielo.



Te doy gracias, Señor, por las familias. Te pido por las familias divididas, con problemas de comunicación y entendimiento, para que experimenten la reconciliación y superen sus crisis. Te ruego también por tantas familias que han sido marcadas por el pecado de adulterio, para que puedan perdonarse mutuamente buscando la restauración de sus hogares. Te pido, además, Señor, por mí, para que sepa seguir defendiendo los valores del sacramento del matrimonio y de la familia.

A ti, Madre Santísima, te doy gracias por aceptar ser la madre de nuestro Señor y mantener viva la esperanza y la confianza en Él. Pídele a tu hijo Jesús que bendiga a nuestras familias y todas las familias del mundo, y bendiga especialmente a aquellas a las que más les falta el vino nuevo del Espíritu Santo, para que sean renovadas y restauradas en el verdadero amor que sólo proviene de Él.







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