Menu


Sal a los caminos y a las veredas; insísteles a todos para que vengan y se llene mi casa
Meditación al Evangelio 3 de noviembre de 2020 (audio)


Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net



Nos encontramos hoy con una de las más bellas páginas que escribió San Pablo. En un precioso himno nos revela el gran misterio de la Encarnación: Cristo que quiere abajarse y tomar la condición de siervo. Que se hace uno de nosotros, padece, sufre, muere en la cruz… por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas. La invitación que nos hace San Pablo es reconocer a este Jesús y doblar la rodilla ante el nombre de Jesús.

Nos pide tengamos sus mismos sentimientos. Si unimos esta bella página con el texto de San Lucas, podremos comprender un poco más la parábola que presenta Jesús. Otra vez comienza hablándonos de comida y otra vez el hombre resistiéndose a esa invitación. El que quiso participar de la humanidad nos invita a compartir su divinidad.

¿Podremos comprender este misterio? Esta semana me comentaba una persona que para ella era importantísima la Comunión y que procuraba siempre participar en la Santa Misa, si algún día no podía hacerlo se sentía como vacía, como si algo le faltara. La Santa Misa, cuando se llega a entender bien, es una fuente inagotable de fortaleza para el cristiano. Tiene el sentido de unidad y comunión con Cristo. Él se hace presente en su Palabra que comparte y en la comunidad que ora, “donde dos o más se reúnen en mi nombre, yo estoy en medio de ellos”.

Cristo se hace presente en su Cuerpo y su Sangre que nos da como alimento y nos unimos a Él profundamente. Así, si vivimos plenamente la Eucaristía, nos alimenta y nos lanza al trabajo de cada día con una fuerza admirable. No puede realmente alguien vivir su misa y después estar indiferente ante el hermano; no puede alguien entrar en Comunión con Jesús y después olvidarlo durante el día… Las personas de la parábola encontraron muchos pretextos para no aceptar la invitación. ¿Cuál es nuestro pretexto para no responder al amor y la invitación de Jesús?

La invitación de Jesús no se reduce a la Eucaristía, es invitación a participar y compartir toda la vida, es invitación a tener sus mismos sentimientos. No podemos quedarnos en “nuestros negocios” y en nuestros intereses. Necesitamos revestirnos de los mismos sentimientos de Jesús y ser participantes de esa mesa común. Todavía queda un lugar para nosotros en la mesa del Señor.










Compartir en Google+




Reportar anuncio inapropiado |