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Para elegir a la pareja
El amor no es un juego de niños.


Por: Francisco Mario Morales | Fuente: Catholic.net



Hay que aprovechar el tiempo de relación para descubrir los verdaderos sentimientos, sinceridad y valores de ambos, eso ayudará a conocer si la pareja es la persona idónea para compartir tiempo y proyectos, de no vivir superficialmente los momentos de encuentro para no dejarse llevar solo por la pasión, los impulsos, emociones, ni mucho menos fundar en eso la relación, así como importar solo la belleza física.

Lo importante de una relación es tener la capacidad de descubrir en la pareja, si es lo que demuestra, o es lo que aparenta ser (no dejarse llevar solo por la apariencia física). Hay que descubrir lo más profundo de la persona, sus cualidades, defectos, sinceridad o falsedad.

Las decepciones surgen como resultado de una relación superficial o interesada. En cada cabeza hay un mundo. Es importante conocer las verdaderas intenciones de cada persona.

¿Qué pasa cuando alguien se casa solo por el atractivo físico y sexual?

Que esa pareja con el paso del tiempo se va a sentir atrapada en su propia trampa. Unieron sus vidas porque se atraían, se gustaban, se deseaban, pero no se amaban. Esa relación era como una droga, se volvieron dependientes uno del otro y llegaron a pensar que no podían vivir uno sin el contacto de epidermis del otro. Pero el efecto paso, la pasión, el deseo se acaba y ahora encontraron alguien que los atrae más, han caído en un vacío y frustración y ahora van en busca nuevas experiencias y sensaciones. Y si a esto le agregamos el descuido personal de ambos, las chanclas, las batas y los pijamas “mata pasiones” ya nos podremos imaginar que “hogar”.



El gusto se fue, comienzan a vivir en un ambiente que los deprime, los desmotiva y la libido les pide cosas nuevas y novedosas. Naturalmente ante este conflicto se sentirán frustrados, seres sin ilusión y motivación.

Entonces comenzarán: el arrepentimiento, los reproches, la forma de desahogar esa frustración por medio del adulterio y la infidelidad. En la actualidad estamos viviendo una poligamia terrible, donde ya es común y “normal” que los matrimonios vivan en el engaño. Sodoma y Gomorra son tema de la vida actual y todo como consecuencia de nuestros actos irreflexivos, impulsivos, instintivos y arrebatados. En nuestro entorno encontramos divorcios, sentimientos de venganza y odio de familias enteras y de inocentes, los sin culpa, pero los más perjudicados… están los orfanatos, los niños de la calle que viven violencia, drogadicción y prostitución, las y los adolescentes que abandonan el hogar paterno hartos de los conflictos, niños(as) y adolescentes con tendencias suicidas u homicidas; y los padres, culpándose y reprochándose el uno al otro, viviendo en peleas, insultos, golpes y hasta el asesinato y la cárcel.

En el último de los casos, no menos deprimente y desmotivador que lo anterior, cuando la pareja trata de soportarse mutuamente, pero en un ambiente de total indiferencia, pero con el foco rojo de la soledad, del fastidio, del odio, resentimiento y del tener que vivir bajo el mismo techo. Con un deseo inexistente porque todo el negativismo acumulado destruye toda libido. Porque donde existe el odio jamás habrá una relación satisfactoria, mucho menos relaciones sexuales. Habrá un pleno distanciamiento de almas y cuerpos, o si tienen relaciones, serán por rutina, por instinto y esto razonablemente, en vez de unir a la pareja, los llenará de frustración, resentimientos y con disposición a la guerra.

Todo es consecuencia de la falta de respeto a uno mismo. De falta de orientación, apoyo y dialogo de los padres con los hijos, de convencer, prevenir y no evadir o imponer. Muchas jovencitas piensan que ofreciéndole, permitiendo todo tipo de libertades a su pareja, acostándose con su amigo ocasional o “novio” conseguirán retenerlo y forzarlo, y en un momento dado a comprometerle a un matrimonio no deseado. Esas jovencitas creen en algo que no es la felicidad.

La felicidad es muy diferente a la “felicidad” de unas horas, un día o de una noche”. Esa actitud es como cuando le damos un dulce a un niño para que no se vaya. Pero en realidad es que cuando se acabe el caramelo, de todas formas sé ira. ¿Yo les preguntaría a esas jovencitas? Y ¿cuándo a tu pareja ya no le satisfagas?, ¿y cuando tu pareja se de cuenta del chantaje sexual del que fue objeto?, ¿y cuando él quiera continuar con su vida de aventuras y de seductor?… Porque él tampoco es muy ingenuo que digamos. Si llevó a la amiga o “novia” a tal relación de libertinaje, ella vivirá con amargura y frustración y él llegará algún día al conflicto y soledad. Y si se casan habrá una duda de infidelidad de ambos que no les dejará ser felices.



Todo esto es resultado de haber confundido el deseo con el verdadero amor. ¿Qué es entonces el verdadero amor?: el amor busca lo que no se acaba, lo que perdura y crece continuamente. El amor es, como nos dice San Pablo y no hay mejor descripción: el amor es comprensión, respeto, apoyo, dialogo, lo que hace dependiente al uno del otro. Que busca siempre el bien del otro.

Un noviazgo honesto y responsable, con plena madurez de ambos es para preparar el camino al matrimonio. Pero hay que advertir y prevenir que todo error que se comete en el noviazgo de alguna forma se paga en el matrimonio y con graves consecuencias para la familia.

Juntos deben iniciar la aventura y los retos que quedarán grabados para toda la vida, pero la pareja orientada y apoyada por los padres de ambos.

Para aceptar una relación de noviazgo, es necesario analizar la compatibilidad y superar la emoción.

Es necesario que los novios. A través del trato mutuo, se conozcan y comprendan, que se den cuenta si hay afinidad de ideas y de creencias religiosas; e igualdad o por lo menos semejanza en cuanto a la educación, carácter, costumbres, deseos de superación y mejoramiento y posición social. En el deseo esto no es importante, porque es pasajero. En una relación respetuosa y responsable, esto es indispensable, porque de ello depende la futura vida familiar.

Los novios deben pensar que la unión matrimonial a la que aspiran es: la unión de dos vidas en una sola, el complemento mutuo de hombre y la mujer, la unión de una inteligencia con otra y la unión de un corazón con otro. Una comunicación de cualidades y virtudes, que se equilibran con igual correspondencia, pero todo esto no podrá realizarse sin una debida y oportuna preparación.

Para que el noviazgo llene su objetivo es necesario que mientras dure, las parejas se comporten con rectitud, sinceridad, confianza y respeto; tomando en cuenta responsablemente que el noviazgo no es un pasatiempo sino una época de preparación.

Para lograr un noviazgo satisfactorio, es necesario tomar en cuenta que al principio de la relación y posteriormente al comienzo del matrimonio, en ambos casos habrá una etapa crítica, un tiempo de prueba (noviciado). Es necesario considerar que ambos tienen diferentes gustos, diferentes hábitos, y diferentes opiniones. La primera etapa crítica será la adaptación y entendimiento. Por eso es necesario buscar, no una persona igual, sino una persona con cierta semejanza de carácter y de gustos. Porque desde el noviazgo hasta el matrimonio, se va a convivir, querer juntos, sentir juntos y sufrir juntos. Por eso es necesario que en el noviazgo, antes de ser novios sean amigos, que en su matrimonio además de ser amantes sean amigos. Es necesario que dentro de su amor también sean amigos. Compañeros todos lo son, pero encontrar un verdadero amigo, es como encontrar una aguja en un pajar, y Jesús nos dice: “no hay mejor amigo que el que da la vida por sus amigos”.

El amigo comparte muchas cosas: ambos disfrutan estar juntos, tienen la confianza de expresar sus propias ideas y sentimientos, es pedir y hacer favores sin llevar estricta auditoria.

El amigo piensa y vive lo que vive el amigo, pero de otra manera. ¿Quieres atraer a alguien?, Haz lo que le agrade, ayúdale en lo que necesite, cautívale con tus afectos y cualidades, sin atosigar, actúa con inteligencia. Cuando se quiere alejar a alguien solo hay que hacer todo lo contrario de lo que le atrae y le agrade.

El noviazgo debe caracterizarse por la libertad de elección y de decisión en todo. Hay que evitar compromisos prematuros, situaciones de presión o chantaje. La felicidad es paz; es lo que llena de satisfacción; es transparente, no hay que confundir jamás el amor con el egoísmo. Si dentro de esa relación no hay entendimiento, no hay similitud y afinidad, es preferible romper a tiempo. No es recomendable ni siquiera una amistad con personas violentas y agresivas; Hay que alejarse de los desadaptados, resentidos y viciosos porque arruina su vida y la de los demás.

El noviazgo es la mejor etapa para iniciar y demostrar el verdadero cariño, el verdadero amor, sin llegar a depender de una pasión sexual descontrolada y de fatales consecuencias.

El amor a primera vista no existe. El amor es algo que va a nacer y a crecer poco a poco. Es algo que se va construyendo. La comunicación, la amistad, el parecido, el afán de agradar, el identificarse en ideas, en los objetivos, en las aspiraciones, todo esto hará que se vaya comprendiendo, que se vaya uno apoyando, conociendo, entendiendo y adaptando libremente sin ningún tipo de presión, coacción o chantaje.

La persona que ama, no necesita que le impongan; para ella es una necesidad que brota del corazón, siente necesidad de compartir, de convivir, de ser parte de la persona amada. Eso es amor. No el deseo a primera vista, no solo la atracción física, no el flechazo. El verdadero amor no es rencor, no es odio, no es venganza, el verdadero amor no causa mal.

El amor se funda en las cualidades internas y también en la aceptación de los defectos. El amor no entra por los sentidos o el instinto y menos por el egoísmo de recibir sin dar nada a cambio. Es un sentimiento que da satisfacciones, que reconforta e impulsa al bien. Es el sentimiento que está hecho de ternura, admiración, confianza y respeto. La sinceridad está en comportarse con lealtad en lo que se piensa con lo que se pretende obtener. La confianza es la seguridad basada en el conocimiento de poder fiarse uno del otro, y se manifestará en el trato y la sencillez. El respeto se establece en el aprecio mutuo y en el sentido de la dignidad.

Mientras que la pasión es la inclinación a buscar, no la perfectibilidad propia y de la pareja, sino el placer egoísta con todas sus consecuencias. No olvidemos jamás “que nadie puede ser feliz sin hacer felices a los demás”. Según esto, en tanto estén preparados, en cuanto se den en donación a los demás; no en cuanto sigan sus egoísmos.

Para enfrentar el problema de convivencia es necesario ante todo tener la madurez suficiente y una verdadera voluntad de adaptación y afinidad, porque el llegar al matrimonio es cruzar el dintel de un mundo nuevo, de nuevas experiencias, de encontrarse con una familia distinta, con distinta formación; la pareja es diferente porque una es mujer y el otro hombre. Todo mundo debe ceder conforme a la razón, no solo querer ser comprendido, sino ante todo comprender y tener la voluntad para que todo tenga resultados positivos en bien de la pareja y comenzar reafirmar la afinidad que se tuvo que iniciar en el noviazgo, porque si surgen caprichos, sentimentalismos y una predisposición a no ceder, a no usar el sentido común, será el momento del inicio del distanciamiento, de los resentimientos y del conflicto.

El adolescente busca “amiguito”(a), no porque la(o) ama sino porque únicamente le atrae. Pero precisamente los adolescentes en esta circunstancia, son los que están más “convencidos” de su “amor”. Pero eso no es amor sino deseo; quieren tener en quien refugiarse, a quien contarle sus retos en su estudio y en su relación con los demás. Quien comparte no sus planes sino sus fantasías. No se enfrenta a los problemas, sino busca huir de la realidad. Busca también perder el tiempo ocioso. Además algo muy importante es que la persona que le atrae, que le gusta y que le simpatiza a los 14, 15 o 16 años, será la misma que le cause un sentimiento de verdadero amor después de los 23 años.

No olvidemos nunca: que si hay culpa hay castigo y habrá sufrimiento. Cuando no se valora no se respeta y no hay límite. La responsabilidad es la compañera de la libertad. No hay que esperar que nos comprendan, empecemos por comprender a los demás.

Por todo esto es necesario no llevar una relación tan a la ligera, porque de ella dependerá toda la vida. Es la decisión más importante y seria de la vida.

“El amor no es un juego de niños”.

Algo tan hermoso puede convertirse en un juego de fatales consecuencias.

Bibliografía:
Superación personal en familia
Rafael Gómez Pérez S.J., Amor, sí… amoríos, no. Colección Vaticano II







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