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Tengan valor, porque yo he vencido al mundo
Meditación al Evangelio 25 de mayo de 2020 (audio)


Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net



Cuando encontramos las grandes manifestaciones de fe y se hacen expresiones multitudinarias, no falta alguien que nos cuestione seriamente y nos diga la misma pregunta que hoy hace Jesús a sus discípulos: “¿De veras creen?”. Jesús lo dice porque ellos afirman que ahora sí entienden claramente todo lo que les está diciendo y no les habla en parábolas. Jesús hace la pregunta retórica para sus discípulos y también para nosotros. Busca afirmarnos en nuestra fe y alertarnos para los momentos difíciles.

Confesar que Jesús es Hijo de Dios en las procesiones y en los momentos de fiesta y de júbilo, es fácil. Pero profesar una fe firme que se enfrente a los problemas y las dificultades en los momentos de cada día, en las oposiciones y la tentación que nos pone el mundo, ya es otra cosa. Las palabras que profesan los discípulos son muy ciertas y tienen gran valor pues lo están confesando como “el que viene de Dios”, es decir, que es el Verbo Encarnado de Dios.

Pero Jesús sabe que no basta confesar con la boca, sino que hay que profesar con el corazón. Quizás sea la gran falla de nosotros los mexicanos: nos decimos católicos, bautizados; confesamos nuestra fe en el único Dios… pero después no somos capaces de ser coherentes con lo que esta fe implica. Cuando escucho con dolor todas las situaciones de violencia y de injusticia que hay en nuestra patria, me pregunto si los hombres y mujeres que cometen estos actos de barbarie son bautizados y si un día hicieron acto público de fe. Tendremos que reconocer que ciertamente son bautizados en una u otra denominación, pero el Evangelio y sus valores no parecen penetrar en su corazón.

Pero no solamente ellos, cada uno de nosotros nos enfrentamos a la realidad de un divorcio entre lo que decimos profesar y la realidad de cada día. El reclamo de Jesús a sus discípulos es que lo dejarán solo en la hora importante, y también a nosotros nos puede hacer el mismo reclamo porque en los momentos de crisis, en la hora importante, también lo abandonamos y buscamos refugio y seguridad en nuestras propias fuerzas, en el dinero, o en el poder.

Éste es un día propicio para acercarnos a Jesús y pedirle que purifique y fortalezca nuestra fe, que sea coherente la palabra que ofrecemos y los hechos que realizamos. Cuando estamos divididos internamente perdemos la paz. Que hoy podamos levantar nuestro rostro delante de Jesús y le supliquemos: “Señor, aumenta nuestra fe y concédenos ser coherentes entre lo que creemos y lo que obramos”








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