Menu



17 de mayo de 2020

A la espera del Paráclito
Santo Evangelio según san Juan 14, 15-21. Domingo VI de Pascua


Por: H. Edison Valencia, LC | Fuente: www.somosrc.mx



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Padre Santo, ayúdame a esperar con amor y fe al que has enviado sobre tu hija predilecta, María.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 14, 15-21

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos; yo le rogaré al Padre y él les enviará otro Paráclito que esté siempre con ustedes, el Espíritu de verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; ustedes, en cambio, sí lo conocen, porque habita entre ustedes y estará en ustedes.

No los dejaré desamparados, sino que volveré a ustedes. Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán, porque yo permanezco vivo y ustedes también vivirán. En aquel día entenderán que yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes.

El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él”.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Ya desde ahora el Evangelio nos presente una de las promesas más grandes que Cristo le hizo a sus apóstoles y, por ende, a nosotros, enviarnos al Paráclito y nos dice que Él mismo le rogará al Padre. Realmente es una cosa maravillosa, increíble y espectacular, que Cristo mismo está intercediendo por nosotros ante su Padre y nuestro Padre para que nos envíe al Paráclito.

También el texto nos menciona que el Espíritu Santo habita entre nosotros y que es un Espíritu de verdad y por lo tanto viviremos en la verdad. Pues bien, tenemos que reconocer que somos templo del Espíritu Santo, pero una pregunta qué nos podríamos hacer es revisar cómo tenemos la casa de nuestra alma. ¿Realmente podemos decir que el Espíritu Santo puede habitar en cada de uno de nosotros hoy? ¿O tenemos que pedirle una prórroga para que regrese otro día? Justo ahora, antes de la fiesta de Pentecostés, deberíamos realmente examinarnos y ver cómo está nuestra casa, cómo está el templo de nuestra alma en la cual habita el Espíritu Santo. Tener presente esta realidad siempre es una de las cosas más maravillosas qué tenemos como cristianos, la inhabilitación de la Santísima Trinidad, y de manera especial, la del Paráclito.

Ahora en este mes de mayo que festejamos de una manera singular a la Santísima Virgen, debemos aprender de ella quien fue la gran portadora del Salvador, por medio del Espíritu Santo, en quien siempre obraba cosas maravillosas. Creo que solo basta pensar un poco en cómo la Virgen vivía en una constante con el Espíritu Santo, cómo en los momentos de dificultad le ayudaba, cómo en los momentos de discernimiento siempre hacía lo correcto, y así sucesivamente.

Les invito a que vivamos este tiempo como lo hizo la Virgen María, a la espera del Espíritu Santo, en íntima oración con sus más cercanos.

«¿Cuál es la misión del Espíritu Santo que Jesús promete como un regalo? Él mismo lo dice: «Él os lo enseñará todo y os recordará todo lo que os he dicho». En el curso de su vida terrenal, Jesús ya transmitió todo lo que quería encomendar a los Apóstoles: llevó a cabo la Revelación divina, es decir, todo lo que el Padre quería decirle a la humanidad con la encarnación del Hijo. La tarea del Espíritu Santo es hacer que se recuerde, es decir, que se comprenda plenamente e inducir a que se lleven a cabo de manera concreta las enseñanzas de Jesús. Y esta es también la misión de la Iglesia, que la realiza a través de un estilo de vida preciso, caracterizado por algunas necesidades: la fe en el Señor y la observancia de su Palabra; docilidad a la acción del Espíritu, que continuamente hace que el Señor resucitado esté vivo y presente; la aceptación de su paz y el testimonio que se le da con una actitud de apertura y encuentro con el otro».
(Regina Coeli de S.S. Francisco, 26 de mayo de 2019).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Que, al rezar el santo rosario, pueda pedir hoy a María, la gracia de hacer la experiencia del Espíritu Santo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.




Reflexión de Mons. Enrique Díaz en audio:





Compartir en Google+




Reportar anuncio inapropiado |