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26 de marzo de 2020

Tantas cosas me distraen de confiar en el Único que me ha dado todo
Santo Evangelio según san Juan 5, 31-47. Jueves IV de Cuaresma


Por: H. Vicente Toledo, LC | Fuente: www.somosrc.mx



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, haz en mí una verdadera experiencia de ti; aumenta mi fe para que no busque la gloria humana sino la gloria de Aquel que dio la vida por mí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 5, 31-47

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Si yo diera testimonio de mí, mi testimonio no tendría valor; otro es el que da testimonio de mí y yo bien sé que ese testimonio que da de mí es válido.

Ustedes enviaron mensajeros a Juan el Bautista y él dio testimonio de la verdad. No es que yo quiera apoyarme en el testimonio de un hombre. Si digo esto, es para que ustedes se salven. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y ustedes quisieron alegrarse un instante con su luz. Pero yo tengo un testimonio mejor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar y que son las que yo hago, dan testimonio de mí y me acreditan como enviado del Padre.

El Padre, que me envió, ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no habita en ustedes, porque no le creen al que él ha enviado.

Ustedes estudian las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues bien, ellas son las que dan testimonio de mí. ¡Y ustedes no quieren venir a mí para tener vida! Yo no busco la gloria que viene de los hombres; es que los conozco y sé que el amor de Dios no está en ellos. Yo he venido en nombre de mi Padre y ustedes no me han recibido. Si otro viniera en nombre propio, a ése sí lo recibirían. ¿Cómo va a ser posible que crean ustedes, que aspiran a recibir gloria los unos de los otros y no buscan la gloria que sólo viene de Dios?

No piensen que yo los voy a acusar ante el Padre; ya hay alguien que los acusa: Moisés, en quien ustedes tienen su esperanza. Si creyeran en Moisés, me creerían a mí, porque él escribió acerca de mí. Pero, si no dan fe a sus escritos, ¿cómo darán fe a mis palabras?”.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Podemos ver como Juan Bautista era solo un momentáneo reflejo de luz, pero no hemos de poner, de modo permanente, nuestra admiración en algún hombre ni someter el testimonio de Dios al de los hombres. Es el mismo Jesús quien nos habla con severidad en este tema y no podemos ser indiferentes a sus palabras. Debemos atender, no la autoridad de los hombres, sino los testimonios ofrecidos por el mismo Jesús.

Hoy en día el mundo ofrece la gloria a quienes viven y disfrutan el momento según sus propio criterios. Son escuchados y elogiados aquellos que se anuncian a sí mismos sin más que su propia suficiencia. Estamos al pendiente de la ley del más fuerte, corremos para buscar y tener más y más; sin compartir lo que Él mismo nos ha dado, el amor. Los discípulos de Jesús son escuchados actualmente por pocos, como pocos fueron los que escucharon a Jesús, el enviado del Padre.

Podemos leer la Biblia pero no entender el mensaje de Cristo; podemos saber algunas citas pero no conocer realmente cuál es la intención de Jesús en nuestra propia vida. El mensaje es personal, es único, no podemos pensar qué le dice a otros, debemos pensar qué nos dice a cada uno estas palabras. Podemos ir a misa y despues no vivir el Evangelio, podemos decir que somos católicos y solo conocer que existe Jesús. Pero para eso es la Cuaresma y toda nuestra vida, para darnos cuenta de cuánto nos ama Jesús, de cuánta paciencia nos tiene y sorprendernos pues Él es paciencia y siempre nos espera, siempre está ahí.

Ninguna palabra de Jesús viene por casualidad. No es que Jesús nos regañe o nos hable fuerte porque está enojado, sino porque nos ama y quiere lo mejor para nosotros. No dejemos pasar este periodo de preparación, de arrepentimiento, de buscar acercarnos a Jesús para acompañarlo.

«Jesús entregó a la Iglesia su poder de curar: “A los que crean, les acompañarán estos signos: […] impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos”. En los Hechos de los Apóstoles, leemos la descripción de las curaciones realizadas por Pedro y Pablo. La tarea de la Iglesia, que sabe que debe mirar a los enfermos con la misma mirada llena de ternura y compasión que su Señor, responde a este don de Jesús. La pastoral de la salud sigue siendo, y siempre será, una misión necesaria y esencial que hay que vivir con renovado ímpetu tanto en las comunidades parroquiales como en los centros de atención más excelentes. No podemos olvidar la ternura y la perseverancia con las que muchas familias acompañan a sus hijos, padres y familiares, enfermos crónicos o discapacitados graves. La atención brindada en la familia es un testimonio extraordinario de amor por la persona humana que hay que respaldar con un reconocimiento adecuado y con unas políticas apropiadas».
(Mensaje de S.S. Francisco, para la Jornada Mundial del enfermo 2018).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Esta Cuaresma buscaré cada día un momento para estar a solas con Jesús y así conocer mejor lo que quiere para mí.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.







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