Menu



16 de mayo de 2019

La virtud del liderazgo, la humildad
Santo Evangelio según San Juan 13, 16-20. Jueves IV de Pascua


Por: H. Leonardo Garzon, L.C. | Fuente: www.somosrc.mx



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 13, 16-20

En aquel tiempo, después de lavarles los pies a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo les aseguro: el sirviente no es más importante que su amo, ni el enviado es mayor que quien lo envía. Si entienden esto y lo ponen en práctica, serán dichosos.

No lo digo por todos ustedes, porque yo sé a quiénes he escogido. Pero esto es para que se cumpla el pasaje de la Escritura, que dice: El que comparte mi pan me ha traicionado. Les digo esto ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, crean que Yo soy.

Yo les aseguro: el que recibe al que yo envío, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado”.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

1. El criado no es más que su amo
Jesús, el hijo de Dios, el todopoderoso, lava los pies de los apóstoles. Él, que había sido revestido de la gloria divina desde toda la eternidad, se ciñe ahora una toalla y hace el trabajo de los esclavos.

Por medio de este gesto, Jesús quiere mostrarnos lo que significa ser siervos de Dios. Dios no es un amo déspota, ni actúa como quien, teniendo poder sobre otros, los trata como esclavos, no, Dios no es de este tipo. Sorprendentemente, Dios guía y dirige a través del servicio y entrega de sí mismo, del acompañamiento, a través de la lucha hombro a hombro; Él dirige, no como quien da órdenes y se sienta a ver, sino como el primero en la fila de combate, como el amigo que camina junto a nosotros.

«El criado no es más que su amo, ni el enviado más del que lo envía», quiere decir que siendo testigos del modo en que Dios nos guía y orienta a través del servicio, así también nosotros debemos imitar al Amo.

2. El que me recibe a mí recibe al que me envió.
Ser discípulo de Cristo quiere decir que nosotros nos comprometemos a seguirle, amarlo y actuar como Él lo haría y, por consiguiente, a transmitir ese Cristo a otros. Se trata de, como Él lo ha dicho, de «recibir al que lo ha enviado», el Padre.

Este gesto amoroso de Cristo es un signo de su deseo interior de hacernos entender y apreciar que somos sus hermanos e hijos de un mismo Padre. Este mismo deseo se extiende a todos, y es por ello por lo que Dios nos envía, para que todos los hombres puedan conocer esta verdad del amor de Dios.

«Amémonos unos a otros, porque el amor proviene de Dios. Cómo se ha manifestado el amor de Dios en nosotros. Dios ha enviado al mundo a su Hijo unigénito, para que nosotros tengamos vida por medio de Él. Éste es el misterio del amor. Que Dios nos ha amado primero. Que Él ha dado el primer paso. Un paso hacia la humanidad que no sabe amar, que tiene necesidad de las caricias de Dios para amar, del testimonio de Dios. Y este primer paso que ha dado Dios es su Hijo, al que ha enviado para salvarnos y dar un sentido a la vida, para renovarnos y para recrearnos.»
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de enero de 2019, en santa Marta).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Visitar el Santísimo y ofrecer una visita por una persona que necesite acercarse más a Dios y conocer su amor misericordioso.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Reflexión de Mons. Enrique Díaz en audio:





Compartir en Google+




Reportar anuncio inapropiado |