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El ser humano y la educación
Un educador, sea en la escuela, sea en la familia lleva dentro de sí una visión antropológica, una respuesta a las preguntas fundamentales sobre la existencia humana


Por: P. Fernando Pascual, L.C. | Fuente: Catholic.net



Todo proyecto educativo se construye, explícita o implícitamente, sobre una manera de concebir al ser humano.

Las preguntas necesarias para entender mejor nuestra humanidad muchas: ¿existen diferencias relevantes entre el hombre y los animales? ¿Entre los mismos seres humanos? ¿Hay una igualdad radical o diferencias según diversos parámetros? ¿Tiene sentido hablar de dignidad humana y por qué? ¿Cómo explicar la relación entre mente y cerebro? ¿Existe una libertad que deje espacio a las decisiones éticas?

La lista de preguntas sobre el hombre puede ser mucho más larga. Las respuestas, en un mundo pluralista, son más o menos diferentes, incluso opuestas según las perspectivas adoptadas.

Para quien defiende una visión materialista que niega cualquier espacio a la espiritualidad, el ser humano surge en el mundo por procesos evolutivos sin finalidad, y queda completamente aniquilado tras la muerte.

Para quien adopta una visión espiritualista, el ser humano tiene algo que supera lo simplemente material: surge desde la intervención de Dios, y está destinado a una existencia tras la muerte biológica.



Un educador, sea en la escuela, sea en la familia (los padres tienen un importante papel como educadores de sus hijos, no solo cuando son pequeños), lleva dentro de sí una visión antropológica, una respuesta a las preguntas fundamentales sobre la existencia humana.

La filosofía sobre el hombre, en diálogo con otras disciplinas, busca encontrar buenas respuestas a esas preguntas fundamentales que ayudan a comprender la existencia humana.

Desde esas respuestas, cada método educativo se orienta de una manera o de otra. Porque no es lo mismo educar al ser humano si es visto solo como un eslabón de un proceso evolutivo ciego, que educarlo si se considera parte de un designio divino, orientado constitutivamente hacia una finalidad temporal y eterna.







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