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¿El cristianismo es perdedor o ganador?
Con la idea actual de triunfo y éxito, Jesucristo en la cruz es un fracaso mayúsculo


Por: Javier Ordovàs | Fuente: Catholic.net



El sistema económico por el que nos regimos y del que vivimos día a día nos ha inculcado la idea de que lo más sano y correcto para el progreso personal y social es competir agresivamente en el supuesto libre mercado, probando así nuestra valía personal y colectiva.

Ese enfoque económico dominante se ha convertido en verdadera filosofía que invade nuestra educación desde niños, convenciéndonos de que en esa competencia y lucha en libertad, lógicamente y "justamente" unos triunfarán y otros perderán.

Este planteamiento filosófico, social y económico nos ha llevado  a la monstruosa situación mundial de extrema desigualdad, dentro de un supuesto crecimiento global.

Los propios  resultados económicos están demostrando la inviabilidad de ese enfoque, generando un enorme malestar social, no solo en los países pobres, sino en los más desarrollados. La economía es una ciencia muy joven que va explorando sus principios de forma muy experimental y corrigiendo sus propios errores mientras va causando muchos daños.

Hemos enterrado la idea elemental de que para alcanzar el deseado bien común, que las constituciones de todos los países proclaman, la herramienta es cooperar, no competir.

Constantemente escuchamos "eres un perdedor" y yo "soy  un ganador, un vencedor". Y se hace lo que haga falta, sin escrúpulos, para que no te califiquen de perdedor. En todos los niveles sociales, se ha colado la corrupción para alcanzar, aunque sea a codazos, o consumiendo drogas, el nivel de competitividad que exige el que tú y tu empresa sean ganadores.

Desde ese perverso enfoque, inevitablemente, el cristianismo sería perdedor porque está basado en la humildad, el servicio y la cooperación.

Pues bien, sucede todo lo contrario, el actual sistema económico está fracasando estrepitosamente y los valores y planteamientos cristianos de cooperación y solidaridad están resurgiendo en la sociedad occidental, aunque los impulsores de esos movimientos sociales no sean conscientes de que manejan principios cristianos.

Con la idea actual de triunfo y éxito, Jesucristo en la cruz es un fracaso mayúsculo.

Pero esto tan antiguo ya S. Pablo lo denunció en 1 Cor 1,23: "pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, y necedad para los gentiles; mas para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios".

Actualmente que se da tanta importancia a la imagen corporativa de las instituciones, habría que felicitar a los primitivos cristianos que supieron elegir la cruz como el "logotipo" más duradero, permanente y que mejor puede representar los valores, misión y visión de la Iglesia de Jesucristo.

En la cristiandad, la cruz representa la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado, ya que gracias a la cruz, Él venció a la muerte en sí misma y rescató a la humanidad de la condenación.

Las primeras representaciones pictóricas o esculturales de la cruz ofrecen a un Cristo glorioso, con larga túnica, con corona real: está en la cruz, pero es el Vencedor, el Resucitado.

La mentalidad actual querría que el símbolo del cristianismo, en lugar de ser la cruz, fuera el Cristo glorioso resucitando, olvidando que el "éxito y el triunfo" de Jesucristo nace en su acto de entrega total martirizado en la cruz.

Los resultados nefastos del actual enfoque económico, nos van a llevar de retorno a recuperar los valores cristianos de caridad, solidaridad y cooperación. Así es como los cristianos y la humanidad seremos "ganadores".







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