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Comentario a la Liturgía

Cristo Rey
Jesús nos ganó para su reino a través de la misericordia.


Por: Tais Gea | Fuente: Catholic.net



Hemos llegado al final del año litúrgico. Hoy con la solemnidad de Cristo rey cerramos el tiempo ordinario. La iglesia nos conduce a la cúspide de nuestra fe. Nuestra creencia es de Victoria. Dios ha vencido, Cristo ha vencido y finalmente reina. Y hoy actualizamos esta verdad de nuestra fe. No hay pecado, no hay oscuridad, enfermedad, sufrimiento o dolencia que no haya sido vencida. En Cristo todo ha sido vencido. Solo hay que esperar a que esa victoria se aplique progresivamente en nuestra vida.

Las lecturas de la liturgia de hoy nos ayudan para comprender cómo es que actúa Dios en la vida de los hombres para vencer. Lo primero que debemos tener claro es que Jesús es el rey. Es el soberano supremos y todo hombre, toda raza y todo pueblo, será sometido a sus pies. Eso quiere decir que toda realidad material o espiritual, está sometida a los pies del rey. El mal que nos rodea que parece vencer al bien está bajo los pies del soberano Jesús. Los hombres que nos han querido hacer daño están sometidos también a nuestro rey. Las enfermeras físicas o psicológicas no tienen un poder superior al del rey. Todo ha sido dominado por Cristo que reina sobre todo y sobre todos.

Es así como entendemos las palabras del profeta Daniel de la primera lectura: su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido. Esta es nuestra confianza. Nuestro Dios es el rey y es un rey pantocrator, es decir, todo poderoso. El reino del mal que origina toda dolencia, todo sufrimiento, que parece vencer, es un reino falso. En realidad no existe y no tiene poder. El mal es ausencia de bien. El mal es ausencia del reino del bien, del reino de Cristo.

Y para formar parte de ese reino, para ser partícipes de la Victoria, se requiere aceptar la invitación de ser invadidos por la misericordia. El texto del evangelio nos dice que Jesús mismo describe su reino como un reino que no es de este mundo. ¿Cuál es su poder entonces? ¿Cómo entender el modo de proceder de ese Dios? ¿Cómo comprender ese Reino que no es de este mundos? El reino es de misericordia y el poder con el que actúa el rey es con la misericordia.

Nos dice el texto de la segunda lectura que Jesucristo, el rey, nos amo y nos purificó con su sangre. Es así como ha configurado su reino de sacerdotes. Esto quiere decir que Jesús nos ganó para su reino a través de la misericordia. A través de su perdón y su purificación. Es por eso que somos dignos de formar parte de este reino de amor al que Jesús nos invita. Pero hay una condición. Que nos dejemos invadir por la misericordia. Cristo no puede reinar, Cristo no puede dominar y someter todo el mal en nuestra vida, Cristo no puede vencer si no lo dejamos entrar.



En la semana escuchamos el texto del Apocalipsis en el que se lee como el apóstol le habla, en nombre de Dios, a la comunidad de Laodicea diciendo: mira que estoy aquí tocando la puerta, si alguno escucha mi voz y me abre entraré en su casa y cenaremos juntos. El reino, pues, que no es de este mundo, no es un lugar físico al que vamos a acudir todos. Más bien el reino viene a nosotros a través de la misericordia. Dios viene a reinar porque se ha dado por entero al hombre en su entrega en la Cruz. Pero para poder ejercer su realeza y soberanía sobre el mal tiene que ser abierta la puerta del corazón para que ente y reine.

Terminemos la reflexión con una oracion:

“Cristo, rey del universo, ven a reinar. La puerta de nuestra alma está abierta de par en par para que vengas a reinar con tu misericordia. Ven a dominar todo el mal y someter toda criatura que en el interior quiere instaurar un supuesto reino de oscuridad. Trae a nuestra vida tu reino de luz. Y reina, desde hoy para siempre,

Amén.”

 









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