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¿Qué se debe hacer cuando un niño empieza a llorar durante la Misa?
Los niños pueden llegar a hacer mucho ruido durante la Santa Misa y esto es un desafío... y no sólo para los padres


Por: Fr. Alexander Lucie-Smith | Fuente: Catholic Herald // Píldoras de Fe



Esta es una duda que ronda la cabeza de muchos con regularidad, y ha sido puesta en discusión por el obispo de Arundel y Brighton, como se informa en el Daily Telegraph.

Los niños pueden llegar a hacer mucho ruido, y esta pregunta plantea un desafío para tres grupos de personas: El Crelo, los Padres y la Congregación (fieles congregados).

El clero.

En primer lugar, el clero. Puede ser un agente distractor para el sacerdote, cuando, a mitad de la Oración Eucarística, un niño comienza a llorar a todo pulmón.

Algunos sacerdotes, ancianos en particular, podrían encontrar esto como un gran obstáculo para lograr que la oración sea más o menos posible.

Esto puede ser cierto en algunas iglesias modernas que tienen una terrible acústica que magnifica cada ruido, y más aquellos que son agudos.



Uno se siente un poco mal por el clero, al menos una parte del tiempo, pero lo que realmente deben hacer es muy simple: Sonreír, soportarlo y seguir adelante.

Deben elevar la mente y el corazón a Dios, y continuar como si estuvieran en la capilla más silenciosa del convento.

Después de todo, muchos sacerdotes celebraron misa en campos de batalla con proyectiles estallando alrededor de ellos, y claramente continuaron sin quejarse.

Si el sacerdote detiene la misa y exige que el niño se vaya, y esto sucede a veces, hay que decirlo, esto llevará a los padres a la vergüenza pública y asegurará que nunca regresen a la iglesia.

Además de eso, los padres no necesitan saberlo, ellos ya saben que el comportamiento del niño no es el adecuado, y ya están, probablemente, haciendo todo lo posible para mantenerlo callado.



Los padres.

¿Qué deben hacer los padres? Ellos son el segundo grupo a ser desafiado por el niño. Ellos probablemente están haciendo todo lo que pueden ya, después de todo, viven con su hijo a tiempo completo. Son expertos en gestión de niños.

Ellos podrían sacar al niño si es posible hacerlo en silencio y discretamente, porque a veces esto crea más bullicio de lo que ahorra.

Pueden sentirse muy avergonzados por el comportamiento de su hijo, y el sacerdote debe dejarles claro que realmente no importa.

Después de todo, una iglesia extremadamente tranquila también sería una iglesia muerta, y más si estuviera libre de niños.

La congregación.

Esto nos lleva al tercer grupo de personas: El resto de la congregación. Podrían sentirse tentados a sentirse orgullosos, y un poco presumidos, al ver a la madre y el padre tratando de controlar a dos o tres niños aparentemente incontrolables, y piensan que sus propios hijos, ahora adultos mayores, se comportaban mucho mejor en sus días.

Bueno, tal vez lo hacían, porque en sus días no había televisores en todas las paredes de la casa, y las cosas eran mucho más tranquilas en general.

Por experiencia propia sé que en África, los niños se comportan perfectamente en la iglesia, y a menudo se sientan durante misas muy largas sin inquietarse, pero sus poderes de concentración no se han arruinado de la misma manera que los de los niños occidentales.

Pero la presunción sobre cómo sus propios hijos nunca se habrían comportado así, jamás es correcta.

El resto de la congregación necesita transmitir a los padres luchadores que no desaprueban a sus hijos, que los niños son bienvenidos, que simpatizan y que están dispuestos a dar una mano si es necesario.

Unidad en la congregación.

Esto último es bastante importante. Si un niño se separa del grupo familiar y se dirige a la vela votiva, por ejemplo, cualquier adulto podría intervenir, sobre todo si los padres están ocupados con sus otros niños. Todos necesitamos ayudar y todos tenemos que asumir la responsabilidad.

Si una madre tiene varios niños hiperactivos con los que literalmente está luchando ella sola, ¿por qué no ofrecer sentarse con ella y darle una mano? Esto no sucede con tanta frecuencia, por lo que puedo ver, y realmente es una lástima.

La gente suele decir que no se conocen, lo que hace las cosas incómodas, o que sienten que las ofertas de ayuda serían intrusivas.

Esto en sí mismo es una señal de que la congregación no se ha gelificado, que son un grupo de extraños.

Si conocen al niño en cuestión, creo que sería mucho menos probable que se sientan incómodos si ese niño hace ruido. Los extraños a menudo se molestan, los amigos generalmente son más tolerantes.

Tenemos que hacer que la gente se sienta bienvenida. Las personas a las que se le da la bienvenida incluyen a niños y a sus padres.

Una iglesia que da la bienvenida a los niños será una iglesia acogedora, en la cual todas las personas, con o sin hijos, se sentirán felices.

Este artículo fue publicado originalmente en Catholic Herald
Adaptado y traducido por Mariel Parra para nuestros aliados y amigos:
PildorasDeFe.net

 







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