La Belleza al Servicio de Dios
Por: Redacción | Fuente: GaudiumPress
La Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla, es el mayor templo gótico del mundo. El multisecular edificio es, además, la tercera mayor iglesia católica del orbe, siendo superada apenas por el Santuario de Nuestra Señora Aparecida, en Brasil, y antes, claro está, por la Basílica de San Pedro, en el Vaticano.
Sus altísimas bóvedas, que llegan a 42 m de altura, albergan tesoros de inmenso valor artístico e histórico, entre ellos los restos mortales de San Fernando III, que en 1248 reconquistó la ciudad, incorporándola definitivamente a la Corona de la España católica. ¡Quince portales, divididos en cuatro fachadas monumentales, dan acceso a 80 capillas internas, donde, en algunas épocas de su existencia, llegaron a ser celebradas 500 Misas diarias! (1)
En pleno siglo XXI, la suntuosa catedral es, además, un irresistible polo de atracción para casi un millón y medio de visitantes anuales, que allí se congregan para admirar la imponencia de sus arcos y nervuras góticas, retablos y altares. En una soleada mañana, entre la multitud de los fieles que acompañaban la famosa Semana Santa sevillana, se encontraba un fotógrafo de Gaudium Press, para cubrir los eventos. En cierto momento, buscó observar mejor los trazos espectaculares de la bellísima bóveda de la nave principal. Su atención, sin embargo, fue atraída hacia los detalles de las admirables estalas reservadas a los canónigos de la catedral, coronadas por dos órganos laterales, instrumentos gemelos que, frente a frente, están puestos en una simetría casi irreal. Proyectados en 1901, por Aquilino Amezua, ambos órganos pueden ser tocados en un mismo teclado, que comanda, simultáneamente una potente sinfonía compuesta de - ¡ni más ni menos! - siete mil tubos.
Con la cámara fotográfica firmemente apoyada en la grada, y un poco de paciencia, fue posible capturar la imagen que recuerda este "flash" [ndr. momento inolvidable] e ilustra el presente artículo. Por las magníficas melodías que emanan de los extraordinarios órganos de esta catedral andaluza, la voz de la Iglesia nos invita a contemplar un reflejo de las armonías indescriptibles que resuenan en las inmensidades celestiales. Simetría perfecta, belleza incomparable y majestad absolutas se entrelazan con gracia y delicadeza, para maravillar al recién llegado y envolverlo en el misterio inefable de la Presencia Eucarística, punto culminante y razón de ser de este edificio sagrado: "Hic domus Dei est et porta Coeli...
- Aquí es la casa de Dios y la puerta del Cielo" (Gn 28, 17).
Según narra la pintoresca tradición oral sevillana, esta fue la intención de los canónigos que decidieron edificarla, manifestada en la reunión del cabildo, del 8 de julio de 1401: "‘Hagamos una iglesia tan bella y grandiosa que los que la vean labrada nos tengan por locos'. Lo cierto es que el acta capitular de aquella fecha deja consignado que la nueva iglesia debía ser tal y tan buena, que no haya otra igual'". (2)