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Homilia del 26 de Septiembre 2018

Condúceme, Señor, por tu camino
La única fuerza que tiene el discípulo es la del Evangelio.


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato | Fuente: Catholic.net



Santos Cosme y Damián

Proverbios 30, 5-9: “No me des pobreza ni riqueza, dame solamente lo necesario para vivir”

Salmo 118: “Condúceme, Señor, por tu camino”

San Lucas 9, 1-6: “Los envió a predicar el Reino de Dios y a curar a los enfermos”

 



Cuando se ha encontrado a Jesús no se puede permanecer en apatía y en silencio. Atrás, ciertamente, van quedando las actitudes de conquista que muchas veces vivimos en la Iglesia, pero se van despertando nuevos impulsos en la misión. El texto que hoy nos presenta San Lucas está a la base de toda la misión no sólo de los doce, sino de todo discípulo.

Y en estas pequeñas frases sintetiza la misión que tenemos como verdaderos misioneros: “Los reunió, les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y curar enfermedades. Luego los envió a predicar el Reino de Dios y a curar enfermos”. Está muy claro que una de las fuerzas que tenemos como discípulos será estar reunidos, no tanto externamente sino de corazón y en verdad. El poder que les da Jesús no es un poder temporal, no es un poder de dominio, no es un poder para juzgar a los hombres, sino un poder para expulsar demonios  y curar enfermedades. El Señor ofrece la salvación a los hombres de toda época. Todos nos damos cuenta de la necesidad de que la luz de Cristo ilumine los ámbitos de la humanidad: la familia, la escuela, la cultura, el trabajo, el tiempo libre y todos los sectores de la vida social. Allí encontramos muchos “demonios” y muchas situaciones de enfermedad. Allí tiene el verdadero cristiano que llevar la palabra que libere y que dé salvación.

Quizás muchas veces será interpelando y llamando a la conversión, primeramente la propia, que logre nuevos rumbos y nuevas opciones de vida. La forma nos la ofrece este mismo pasaje: con la confianza puesta en Dios, no puesta ni en nuestra inteligencia, ni en nuestros fabulosos medios, ni en la fuerza. La única fuerza que tiene el discípulo es la del Evangelio. Es necesario que descubramos cada vez más la urgencia y la belleza de anunciar la Palabra para que llegue el Reino de Dios, predicado por Cristo mismo. Pero lo tenemos que hacer al mismo estilo de Jesús. Este día tendremos oportunidad de encontrarnos con diferentes personas, que nadie se vaya desilusionado por nuestra forma de vivir, que nadie se vaya con el corazón vacío.

Que quien mire nuestro rostro y nuestra vida pueda tener la seguridad de que Jesús sigue obrando sus prodigios por medio de nosotros, con nuestros pobres medios, pero con su misma generosidad y alegría.

 









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