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La semilla buena
Santo Evangelio según San Mateo 13, 24-30


Por: H. Jorge Alberto Leaños García, L.C. | Fuente: missionkits.org



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Sólo quiero ser fiel a lo que me pidas. Tal vez tenga dificultades, dudas o pruebas que me pongan a pensar en una vida sin un Dios por detrás. Pero tengo la certeza de querer hacer tu voluntad. Ayúdame a quererlo con todas mis fuerzas, con toda mi alma y con todo mi corazón para que así pueda vivir una vida sobrenatural.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)



Del santo Evangelio según san Mateo 13, 24-30

En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la muchedumbre: “El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña.

Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: ‘Señor, ¿qué no sembraste buen semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?’ El amo les respondió: ‘De seguro lo hizo un enemigo mío’. Ellos le dijeron; ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’ Pero él les contestó: ‘No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en mi granero’ ”.

Palabra de Dios.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



Dios nos dio la vida para que creciésemos como la semilla que tiende hacia el bien. Somos sus hijos adoptivos porque Él así lo ha querido. Desde el día en que hemos sido bautizados en su nombre obtuvimos la gracia de ser semillas buenas por naturaleza al reconocer a Dios como Padre.

Ahora bien, así como lo es el pecado, la cizaña está en nosotros sin ser parte de nosotros. Nuestro deber es no dejar entraral mal en nuestro interior pues, aveces, podrá parecer que el mal está tan adherido a nuestro corazón que sentimos o creemos que ya no somos capaces de obrar correctamente.

El bien y el mal parecen ser temas tan repetidos, pues desde que fuimos pequeños se nos enseñaban que esto estaba bien y aquello estaba mal;incluso cada vez que abrimos el periódico encontramos todo tipo de noticias, positivas y negativas. Sin embargo,debemos procurar hacer crecer aquella virtud que Dios nos ha donado por pequeña que sea, aunque haya una gran cantidad de defectos, de pecados, de cizaña.

Lo importante es hacer crecer el mucho o poco trigo que ha sido sembrado en nuestros corazones. Al final de los tiempos podremos presentar todo el trigo que cultivamos con gran esmero a lo largo de nuestra vida.

El cristiano sabe que el Reino de Dios, su Señoría de amor está creciendo como un gran campo de grano, aunque en medio está la cizaña. Siempre hay problemas, están los chismorreos, están las guerras, están las enfermedades... están los problemas. Pero el grano crece, y al final el mal será eliminado. El futuro no nos pertenece, pero sabemos que Jesucristo es la gracia más grande de la vida: es el abrazo de Dios que nos espera al final, pero que ya desde ahora nos acompaña y nos consuela en el camino.
(Audiencia de S.S. Francisco, 23 de agosto de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haré un examen para ver el trigo bueno que tengo en mi vida y buscaré la forma de acrecentarlo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 







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