Los Santos Padres, nuestra referencia
Por: Luis Javier Moxó Soto | Fuente: Catholic.Net
José Alberto Hernández Ibáñez (Ciudad de México, 1965) ha consagrado su vida, como docente e investigador en las áreas de teología, patrología, e historia y literatura cristiana antigua en la Universidad Pontificia de México, la Universidad Intercontinental y en la Universidad Nacional Autónoma de México. Es patrólogo egresado del Instituto Patrístico Agustiniano de Roma, miembro de la Asociación Internacional de Estudios Patrísticos, fundador del Instituto Patrístico de México y coordinador de diversos proyectos en su especialidad.
Recientemente, con la Editorial Verbo Divino, ha publicado el título “Patrología didáctica”, un libro muy didáctico, pensado para la enseñanza de la asignatura de Patrología fundamental, del plan de estudios del ciclo básico de teología, poniendo las bases del conocimiento de la época patrística, con una selección de los autores o personalidades más sobresalientes, para identificar con claridad los temas del desarrollo cristiano y las áreas de la formación teológica.
Aprovechando que recientemente se ha hecho una presentación de este libro en México, hemos tenido acceso a entrevistarle.
D. José Alberto, el monje san Vicente de Lérins se cuestionaba "si existe un método seguro, universalmente válido y, por así decirlo, constante, que nos permita distinguir entre la verdadera fe católica y las mentiras de la herejía" y propuso cuatro características o criterios de los autores designados en sentido estricto con la expresión "Padres de la Iglesia", pero hay quienes en sentido más amplio incluirían autores de los primeros siglos de la Iglesia, ¿cuáles fueron esos criterios iniciales y qué opina al respecto de dicha posible ampliación?
Vicente de Lerins fue un apologista de su época, con una mentalidad que deseaba afirmar y defender la ortodoxia de la fe católica a "capa y espada". La visión que Vicente mantuvo fue la de una teología desarrollada y practicada en una Iglesia imperial, por tanto, y como lo dijo Eusebio de Cesarea: "Los enemigos de la Iglesia son enemigos del emperador", de modo que todo error doctrinal y sus autores no sólo eran vistos con sospecha sino se los pretendía erradicar como a tumor maligno. Los criterios de Vicente fueron entonces: apostolicidad, ortodoxia, y comunión al consenso de la fe; la designación Padres era amplia sobre los obispos asistentes a los concilios, otorgada sobre todo a los Padres ecuménicos que entraban en comunión con los acuerdos sinodales, también eran llamados Padres quienes por tradición eran aceptados y estimados históricamente (Ignacio, Policarpo, Cipriano). La designación Padres de la Iglesia se ha desarrollado conforme a los autores se les considera autoridad teológica. Actualmente se incluye a todos los autores antiguos en una gran lista que distingue a los Padres y a los Autores eclesiásticos, conforme a los criterios actuales: rectitud de doctrina, santidad de vida, aceptación por parte de la comunidad y antigüedad. Autor que carezca de alguna de estas notas no puede ser considerado Padre de la Iglesia. Este criterio permanece vigente y no puede ser ampliado en cuanto a épocas, continentes, y criterios canónicos sobre doctrina y virtudes.
Es bueno delimitar conceptos, como también hace usted muy bien en el comienzo en su obra, por eso le pedimos concreción en este punto. ¿Es lo mismo Patrística que Patrología? ¿Qué relación hay entre Tradición, Magisterio y los Santos Padres?
La patrología es una ciencia interdisciplinar que estudia al autor y su obra desde los contextos: histórico, biográfico, arqueológico, lingüístico, retórico, filosófico, teológico, etc. La patrística se utiliza como adjetivo para señalar todo lo relativo a los Padres, pero, sobre todo, indica únicamente el tratamiento doctrinal del autor. La relación entre Tradición y Magisterio es una distinción que se ha hecho a partir del siglo XVI, donde se distingue la enseñanza de cada autor y lo dispuesto en los concilios. En la antigüedad no sobresalía el concepto magisterio como lo entendemos ahora, de hecho, hoy por hoy, el magisterio es el elemento garante de la Sagrada Escritura y de la Tradición, de las cuales brota. Al Magisterio actual le toca enseñar y custodiar el contenido de la fe que de la Tradición ha recibido, incluida la aportación de la Padres de la Iglesia.
El objetivo de su obra "Patrología didáctica" es prioritariamente académico, pero, ¿también es en parte catequético, entendiendo que da una formación general, fundamental y básica, condensando los tratamientos doctrinales en unidades lógicas, más bien breves e imprescindibles?
En efecto, el objetivo de este libro es ilustrativo. En América Latina se tiene un abismal desconocimiento de la cultura clásica, incluida la cristiana, se desconoce la gran riqueza de los orígenes de la fe, pero también hay un gran deseo de conocer los fundamentos de la doctrina, de la historia y de las tradiciones que se fueron integrando en los diversos desarrollos cristianos, dígase la liturgia, la espiritualidad, la eclesiología, etc. Sin embargo, el libro es una inducción a la literatura de los Padres para todo público, ya que es un tesoro poco accesible para los creyentes dado que hay poca difusión de la cultura cristiana. Afortunadamente ahora se tienen más ediciones y traducciones al castellano, se encuentran otros recursos en internet, y es necesario que los lectores tengan una clave de comprensión general de la ciencia patrística.
Sabemos que hay una primera etapa de la Patrística que comienza con Clemente de Roma y termina en los albores del siglo IV, pero ¿por qué la segunda etapa de la Patrística se la llama también Edad de Oro, y se extiende durante todo ese siglo IV y llega hasta 430, con la muerte de san Agustín? ¿Es cierto que durante la tercera y última etapa, que culmina en Occidente con san Isidoro de Sevilla y en Oriente con san Juan Damasceno, produce los frutos más amargos dentro de la doctrina católica?
El Siglo de oro es un referente particular por los encuentros culturales, políticos y eclesiales que transcurrieron en ese periodo, pero está claro que cada época tiene fulgor propio. De frente al desarrollo dogmático, literario, espiritual, eclesial, el siglo IV se manifiesta como un momento pródigo, el cual contiene muchas claves de la comprensión de la historia occidental con énfasis cristiano. El calificar las épocas con lemas épicos resulta reductivo, por ejemplo, del siglo VII en adelante se califica la historia como "periodo del declive patrístico", sin embargo los estudios contemporáneos siguen descubriendo obras y autores que, si bien no compiten en luminosidad con los grandes doctores, son clave para la comprensión de la Antigüedad tardía. Isidoro de Sevilla Juan Damasceno, Beda el Venerable fueron autores de la recepción patrística que fijaron la cultura cristiana a través de su empeño pedagógico, enciclopédico, sin ellos el Medioevo no tendría la estructura científica que poseyó. Los frutos que se cosecharon en los así considerados últimos Padres fueron nutritivos y abundantes, inclusive muchas pueblos y culturas se mantienen bajo su patrocinio, por ejemplo Patricio de Irlanda, San Efrén, San Máximo el confesor, etc.
Como patrólogo, queremos preguntarle si además de los libros inspirados por Dios no existen otras obras literarias que pudieran formar parte de la que podríamos llamar "biblioteca cristiana", incluso anteriores a san Clemente de Roma.
Claro que hubo obras que flotaban en la frontera de los libros inspirados, por ejemplo la Didajé, el Pastor de Hermas, el epistolario cristiano, las actas y pasiones de los mártires, los apócrifos apologéticos cristianos, sentencias atribuidas a Cristo. Muchos de ellos se leían en la asamblea como literatura revelada, hasta la definición del canon escriturístico en el siglo III. Por otro lado, existe un cúmulo de escritos identificados con la leyenda, la literatura hermética y pseudo epigráfica que está dentro de la producción cristiana.
Muchas gracias, D. José Alberto, por esta entrevista. Le deseamos en caholic.net una excelente difusión de esta inteligencia tan maravillosa de los Santos Padres para entender el desarrollo del cristianismo.
Por último, queremos preguntarle: ¿cuál ha sido de entre todos los santos Padres el que más le ha influido como cristiano, patrólogo, docente...?, ¿Cuál de ellos piensa que puede estar de más actualidad según la necesidad de los signos de estos tiempos, es decir, que les tocara vivir, afrontar y responder en época parecida a la nuestra? y si hay algún texto especialmente significativo de algún Padre que pueda recomendarnos meditar en este momento. Por otro lado, ¿es el concepto de comunión, que nos brindan los Santos Padres, clave para enfocar actualmente desde la teología, el misterio de la Iglesia?
A mi gusto y por empeño académico sigo a Orígenes, el gran teólogo que ha iluminado la doctrina cristiana con sus aportaciones en todos los campos. Fue un maestro de vida espiritual y un gran lector e intérprete de la Sagrada Escritura, bajo su autoridad docente se han formado muchas inteligencias en la historia cristiana (como con san Agustín y santo Tomás de Aquino). Con su especulación se han resuelto muchos de los enigmas y definiciones de la teología. El papa Benedicto XVI lo propuso en sus catequesis patrísticas como maestro para los creyentes de todos los tiempos (de hecho le dedicó dos catequesis).
Finalmente, el concepto de comunión de los Padres radica en la unanimidad de la fe y en la recta comprensión de la misma. Actualmente entendemos la comunión como un hecho sacramental y social, sin embargo los verdaderos efectos de la comunión se logran cuando el creyente vuelve a enfocar a Cristo como vínculo y meta de las aspiraciones humanas, cuando la comunidad acepta y defiende los principios de la salvación contenidos en la Revelación. Los Padres sintetizaron la comunión como la comprensión de la teología y la economía divina, por eso purificaron la fe, la comunicaron con esmero y la vivieron con eficacia a través del evangelio de la beneficencia (del bien hacer y del bien creer). Cuando se habla de que el Imperio romano se convirtió a Cristo, más bien los fieles de Cristo vivieron el ideal de la fe en comunión con su Señor y en coherencia con los principios de la fe, he ahí el sentido de la comunión fijada por los Padres.