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Homilia del 23 de Julio 2018

Dios salva al que cumple su voluntad
Su prueba de amor está ahí muy patente: una cruz.


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato | Fuente: Catholic.net



Santa Brígida

Miqueas 6, 1-4. 6-8: “Te daré a conocer lo que el Señor desea de ti”

Salmo 49: “Dios salva al que cumple su voluntad”

San Mateo12, 38-42: “La reina del sur se levantará el día del juicio contra esta generación”


Recuerdo una plática entre estudiantes que con sus naturales inquietudes, alentadas y cuestionadas por algunos maestros de mala voluntad, compartían sus dudas y sus certezas sobre una fe basada más en tradición que en convencimiento personal. Desde luego que el problema del mal y los testimonios de algunos creyentes, hacían mella en sus propósitos. Pero de repente alguno afirmó que él creía porque siempre Dios le había concedido lo que con fe había pedido; a lo que otro le contestó que él precisamente no creía porque no se le concedía lo que pedía.



Ambos se propusieron pedir una señal de la existencia de Jesús y ponerlo a prueba con algún milagro. Me quedé pensando en lo frágil que es nuestra fe que parece que queremos manipular a Dios con nuestros caprichos y que queremos hacer consistir la existencia de Jesús en su complacencia a nuestros gustos. Y es que existe esa tentación entre nosotros: esperar señales del cielo que confirmen lo que creemos. Igual pasa en el pasaje de este día y Jesús no ofrece la prueba que aquellos incrédulos pedían, pero ofrece una prueba más grande: su propia resurrección.

Jesús no se deja manipular. Sus pruebas estaban fehacientes en los milagros realizados a favor de los pobres y desprotegidos; sus palabras estaban respaldadas por su autoridad; su predicación se sustentaba en una vida recta y ejemplar. ¿Por qué no le creían? Porque no iba de acuerdo a sus intereses.

Me parece que ahora también nosotros podemos caer en esa tentación: fabricarnos un Jesús a nuestro estilo y a nuestro gusto para justificar nuestros caprichos y si no corresponde a lo que deseamos, entonces lo desconocemos. Pero Jesús va mucho más allá: su amor se mantiene firme hacia nosotros, pero no se manipula; sus signos muestran el Reino pero no se acomodan a caprichos; y su Resurrección nos manifiesta la certeza del triunfo de la verdad, de la justicia y del amor; pero no se deja manipular por intereses torcidos. Hoy contemplemos a Jesús.

Dejémonos cuestionar en nuestras decisiones y en nuestras actitudes. Su prueba de amor está ahí muy patente: una cruz que se ha transformado en vida nueva, la resurrección.

 









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