Señor, escucha mi plegaria
Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |
Números 21, 4-9: “Si alguno era mordido y miraba la serpiente de bronce, quedaba curado”
Salmo 101: “Señor, escucha mi plegaria”
San Juan 8, 21-30: “Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy”
¿Cómo comprender al Señor Jesús? De repente habla en términos enigmáticos y parece que nos perdemos entre las comparaciones y las vueltas que nos da San Juan en su evangelio. Sin embargo, aparece muy claro que hay dos formas de mirar la vida, los acontecimientos y las mismas personas: la forma de mirar de Jesús y la forma de mirar del mundo. Y entendemos mundo, no el cosmos que es obra maravillosa de Dios.
Entendemos mundo como lo presenta san Juan, opuesto a la vida, opuesto a la verdad y opuesto a Dios mismo. “El mundo”, entendido así, es el orden contrapuesto al amor de Dios. Y qué difícil entender a Jesús cuando asumimos los criterios del mundo. Todo pierde su sentido: su forma de hablar, su forma de denunciar, su forma de vivir y sobre todo su cruz. En estos días de cuaresma en muchísimos de nuestros pueblos se celebra a Cristo bajo muchas advocaciones pero siempre en su acto supremo de donación y sobre todo a Cristo crucificado.
“El mundo” no entiende la cruz. Es lo más opuesto a sus valoraciones y a sus aspiraciones. Jesús se entrega en la cruz y nos asegura que “cuando haya sido levantado, entonces conocerán que Yo Soy”. En el supremo abajamiento de Jesús encontraremos su mayor glorificación. La cruz es la mayor contradicción para la mecánica del mundo, pero es la mayor expresión de amor de los valores de Dios. Jesús en todo momento busca cumplir la voluntad del Padre y sabe que así dará vida al mundo. Jesús pensaba como piensa Dios y vivía como Dios quiere que vivamos. Nosotros caminamos por senderos diferentes y, aunque a veces veneramos la cruz, escogemos las propuestas del mundo y las ponemos en nuestro corazón.
Jesús siempre está acompañado por el Padre, también a cada uno de nosotros nos quiere acompañar el Padre. Que esta cuaresma revisemos nuestros senderos, miremos si seguimos los caminos del “mundo” o si preferimos seguir la forma de amar y de vivir que nos presenta Jesús como querida por el Padre.