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Fue un hombre que no rechazó la gracia de Dios

Actualidad de Manuel García Morente a los 75 años de su muerte
En su última etapa como pensador, descubrió rápidamente los puntos nucleares de la filosofía de Santo Tomás, y los expuso de manera modélica


Por: Dr. José María Montiu de Nuix | Fuente: Catholic.net



Entrevista al profesor español Dr. Eudaldo Forment, filósofo tomista, que ha estudiado y publicado sobre distintos aspectos del pensamiento de  Manuel García Morente

            –– ¿Qué piensa, Dr. Forment, sobre el interés de la importante contribución intelectual de Morente para el hombre de hoy?

            –– Me alegra mucho que me haga Usted está pregunta en el 75 aniversario de la muerte de D. Manuel García Morente, pensador que admiro y respeto. Una muerte temprana, porque el catedrático de Ética de la Universidad Central de Madrid, sólo contaba con cincuenta y seis años de edad. Era la víspera del día de la Inmaculada Concepción, cuando falleció. Toda una señal. Como escribió el celebre hispanista francés Alain Guy, en su Histoire de la philosophie espagnole: «desde el punto de vista psicológico y humano, así como desde el teológico, el filósofo-sacerdote es, además, un caso sui generis a estudiar de cerca», porque lo consideraba de una gran actualidad.   También me permito felicitarle, porque Usted ha seguido esta indicación de mi recordado amigo Alain Guy de estudiar de manera objetiva y profunda su biografía y su obra. Uno de sus frutos ha sido, por ejemplo, su libro Manuel García Morente. Vida y pensamiento. Lo cito, porque es muy cierto que, como dijo el obispo Trassera, este libro de Montiu de Nuix es «una obra de referencia imprescindible para los estudios del pensamiento del doctor Manuel García Morente».

            –– Muchas gracias. ¿Qué piensa, Dr. Forment, del corazón de Morente, de su ejemplaridad moral y religiosa? ¿Qué sería lo más destacado de su obra?

            –– Sinceramente le diré que creo que fue un hombre que no rechazó la gracia de Dios, que actuó siempre a lo largo de toda su vida, a  pesar de su perdida de la fe en su infancia y su consiguiente indiferentismo religioso y agnosticismo respecto a Dios. De una manera muy especial se advierte en la noche del 29 al 30 de abril de 1937, porque entonces se le apareció Jesucristo, en París, -donde, recién iniciada la guerra civil española, había huido, por peligrar su vida-. Lo contó en un extenso relato, con un análisis objetivo, fenomenológico, y, en definitiva, científico, de una manera muy propia de un intelectual, que en su época era conocido y valorado internacionalmente de manera parecida a su amigo Ortega y Gasset. Este escrito de septiembre de 1940, dirigido al que será obispo auxiliar de Madrid, García de Lahiguera, cuenta este fenómeno sobrenatural, su conversión personal y su decisión de hacerse sacerdote. Su esposa había muerto y ya no tenía que ocuparse del cuidado de sus dos hijas. Fue ordenado sacerdote a finales de aquel año, pero a los dos años, y cinco después de su conversión, recibió la llamada definitiva e inevitable del fin de sus días. Lo que le permitió repetir su experiencia espiritual de aquella noche, en que cambió su vida temporal y también la eterna, pero ya no fue momentánea, sino para siempre.



            No es necesario mi recomendación de este relato, que se ha titulado Hecho extraordinario. Usted lo ha investigado muy concienzudamente, o mejor continúa investigándolo, porque es un texto de un valor filosófico, teológico y religioso igualmente extraordinario. Su lectura impresiona siempre, no sólo la primera vez, sino en las repetidas lecturas, que merece. Le confieso que a mí siempre me hace mucho bien, incluso ahora que le habló del mismo.

            –– Además de este fenómeno milagroso, ¿qué destacaría como más actual de toda su obra?

            –– En su pensamiento, expresado en distintas publicaciones, se distinguen cinco etapas sucesivas, neokantiana, bergsoniana, fenomenológica, heideggeriana u orteguiana y la tomista. En todas ellas, ha dejado obras importantes, desde estudios a traducciones de los filósofos europeos, que conocía bien y los explicaba con una gran claridad. Basta recordar que su Introducción a la Filosofía ha tenido más de veinte ediciones y se ha utilizado, hasta hace pocos años, como manual universitario. Podría decirse que cada una de estas etapas es un paso más en su constante búsqueda de la verdad. La última, que por su muerte fue muy breve, impresiona, porque descubrió rápidamente  los puntos nucleares de la filosofía de Santo Tomás, y los expuso de manera modélica, como se puede comprobar en sus últimos artículos. Por cierto, en ellos se advierte un modelo de lo que podríamos llamar «diálogo» del tomismo con la filosofía contemporánea, porque, además de reconocer sus muchos  contenidos erróneos, incorpora otros varios puntos, que considera verdaderos, e incluso, por ello, los incorpora al  tomismo. Lo hace sin alterarlo, porque la  síntesis tomista ya los posee potencialmente.  

  • ¿Su actualidad es únicamente filosófica?

            –– Le agradezco también esta pregunta, porque se me olvidaba destacar la importancia, especialmente en estos momentos que vive España, de su escrito Idea de la Hispanidad. Sólo comparable con lo que de este tema escribieron Jaime Balmes, Marcelino Menéndez Pelayo y Ramiro de Maeztu. Es una acertada reflexión sobre España y las naciones evangelizadas por ella, que revela la esencia del hombre hispano. Recomiendo encarecidamente su lectura.

  • Muchas gracias por sus respuestas. ¿Querría añadir algo más?

            –– Sólo una última reflexión, o mejor, una esperanza. Después de estudiar y pensar lo que fue la  obra morentiana y conocer la vida de su autor, no me extrañaría que pronto fuera beatificado por la Iglesia, y fuera así actual por el culto, que se merecería entonces este laico ejemplar en todos los sentidos.



            Nos unimos con la oración a esta esperanza.

Dr. José María Montiu de Nuix







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