Something Just Like This
Por: Luis Eduardo Rodríguez Alger | Fuente: http://lcblog.catholic.net
“¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue. ¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?». Contestaron: «El primero». Jesús les dijo: «En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis».” (Mt 21,28-32 / XXVI Domingo Ordinario A)
Todos saben que para que una relación dure y crezca y fructifique, tiene que ser real, entre dos personas reales, que realmente se quieren… a pesar de las diferencias, de las incomprensiones, de los problemas… que también son reales, muy reales. Si tuviéramos que elegir entre amar a un hombre o una mujer perfectos en todos los sentidos habidos y por haber, excepto en el hecho de que es sólo una persona imaginaria, o amar a un hombre o a una mujer con sus limitaciones, con sus errores, con sus problemas… pero de carne y hueso, y también con su amor y su cariño y su dedicación… Creo que todos, sin dudarlo, elegiríamos la segunda opción.
Y de todas maneras, con frecuencia caemos en el mismo error: no nos sentimos dignos de ser amados. Creemos que, por haber fallado, por nuestros pecados, ya no valemos nada, que Dios no nos puede querer así. Esta mentalidad derrotista no lleva a ningún lado. Se vuelve una trampa de arenas movedizas que nos sigue chupando más y más, hasta que nos asfixia.
Por eso, me encanta Something Just Like This, de The Chainsmokers y Coldplay. La canción nos describe esta realidad fundamental de toda buena relación. Quien ama de verdad, no busca encontrar lo inalcanzable… El verdadero amor busca algo real, que se pueda tocar y tener entre las manos.
Y si esto aplica para cualquier relación humana, ¿por qué sería diferente en nuestra relación con Dios? Él tampoco quiere amar y ser amado por un Superman o un Aquiles o un Hércules. Dios se hizo hombre – no superhéroe – para salvar a los hombres. Él quiere tener una relación con un hombre de carne y hueso como vos y yo. Es evidente que no somos perfectos, ¡ni de cerca! Pero Él lo sabe… Él nos hizo… Pero también nos hizo a imagen y semejanza suya y nos dio la capacidad de amar.
Lo único que Dios quiere es que correspondamos a su amor con nuestro amor. Y amar, en nuestro caso, con nuestros límites, no significa nunca fallar: amar es reconocernos débiles y necesitados; amar es levantarse y seguir luchan, sin importar el tamaño a la cantidad de las caídas; amar es ser esa persona real que entra en una relación con todo su ser, lo bueno y lo malo, los triunfos y las derrotas.
Entrémosle de lleno a esta relación. Jesús está realmente presente en la Eucaristía, esperándome… esperándote… Seamos nosotros también esas personas reales que Él quiere amar, con las que quiere hablar y disfrutar la vida. Dediquémosle un tiempo real hoy, mañana y cada día. Así experimentaremos la diferencia entre conocer algo sobre Dios y conocer a Dios… entre el dios de mi imaginación y el Dios real, que me ama… entre ser un hombre y ser un santo.