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Decisiones acertadas
La felicidad profunda, la felicidad plena, arranca de opciones sopesadas seriamente


Por: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net



La voluntad busca el bien. Pero muchas veces no acertamos: nos quedamos con barro entre las manos cuando estábamos seguro de haber conseguido un poco de polvo aúreo...

Creemos, por ejemplo, que una dieta dará buenos resultados, y acabamos con varios kilos de más (o de menos, depende de los casos). Pensamos que una compañía de autobuses será más rápida, y llegamos con retraso a una importante cita. Revelamos un secreto a un amigo que parecía de fiar, y a los pocos días ya lo conocen tantas personas que no deberían saber nada del asunto. Creemos que estos zapatos durarán varios años, y al cabo de dos meses dan señales de muerte inminente...

Nos gustaría, en las elecciones sencillas de cada día, o en las decisiones profundas que marcan la propia existencia, acertar.

Pero no es nada fácil. Porque muchas veces nos engañan la vista o el gusto, la propaganda o la palabra dulce de un adulador, las prisas o la ambición, la excesiva prudencia o la confianza sin límites en la aparente bondad humana.

No es fácil acertar, sobre todo, porque muchas veces nos abrazamos a opiniones pasajeras, y dejamos de lado la búsqueda de aquellas verdades que exigen tiempo, reflexión y trabajo. Porque preferimos optar por lo inmediato y fácil en vez de aquello que implica mayor esfuerzo pero garantías mayores de resultados buenos.

Erasmo de Rotterdam decía que “las opiniones son fuente de felicidad barata. Aprender la verdadera esencia de las cosas, aunque se trate de cosas de mínima importancia, cuesta gran esfuerzo” (Elogio de la locura XL, VII).

Por encima de las opiniones, más allá de las prisas, incluso a veces en contra de lo que la ambición o la pereza nos pueda sugerir, hace falta reflexionar y tomar decisiones bien ponderadas. En lo pequeño: para que unos calcetines no se agujereen después de su primer paseo por la lavadora. Pero sobre todo en lo grande: unos estudios, una profesión, un esposo o esposa, una familia.

La felicidad profunda, la felicidad plena, arranca de opciones sopesadas seriamente. Especialmente la opción más profunda y radical, la que determina la existencia de cada hombre o mujer: la opción por seguir la verdad del Evangelio. Un Evangelio que nos dejó, con su Vida, Muerte y Resurrección, el Dios que se hizo Hombre por los hombres.

Por eso Jesús es el Amigo sincero. Por eso sabe exigir sin engaños, sin adulaciones vanas. Nos muestra el camino de la dicha verdadera, nos revela la vía para construir un mundo más bueno, nos señala cuál es la puerta que permite el ingreso al Reino de los cielos. Nos ofrece, en cada momento, el consejo justo para tomar, en los mil cruces de la vida, decisiones acertadas.

 

 

 







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