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Decisiones y resultados
Cada decisión inicia un nuevo proceso.


Por: P.Fernando Pascual, L.C. | Fuente: Catholic.net



Cada decisión inicia un nuevo proceso. La mirada intenta abarcar lo que pueda ocurrir, como consecuencia de la misma, en el futuro. No sabemos ahora cuáles serán los resultados del mañana.

Un partido político decide retirarse del parlamento. Cree que su acto de protesta movilizará a la gente. Al cabo de varios meses, inicia una terrible dictadura.

Un administrador de empresa afirma que esa inversión aumentará la competividad y permitirá mantener los puestos de trabajo. Dos años más tarde, la deuda asfixia a la fábrica que se ve obligada a cerrar.

Un sindicalista promueve una huelga a ultranza para conseguir mejoras laborales. Con el pasar de los meses, cientos de familias de obreros empiezan a sentir los efectos del hambre.

Los ejemplos anteriores presentan resultados negativos, pero se podrían complementar con ejemplos de resultados positivos. Aquel profesor que propuso una remodelación de las aulas no solo mejoró el ambiente sino que aumentó el alumnado y la sostenibilidad de la escuela...



En la historia del mundo las decisiones se orientan, normalmente, a mejoras, pero sin garantías sobre lo que ocurrirá en el futuro. En lo grande: un gobierno no imaginaba que aquella ley iba a promover el caos social. Y en lo pequeño: cambiar los cables de la casa evitó que se produjera un peligroso incendio.

Lo que sucede depende, ciertamente, de mil factores que se cruzan y que diseñan el mosaico de la existencia de las personas y de los grupos. Solo al final se aprecia, en el conjunto, si los resultados fueron positivos o negativos.

Esos factores, de modos que escapan a las previsiones más perspicaces, solo son conocidos por Dios, que a veces permite procesos desastrosos, pues no quiere anular la libertad de sus hijos; pero que también puede encauzar la historia hacia páginas que brillan por estar llenas de justicia y de bondad.

Como ocurrió, en un proceso dramático e injusto, cuando Judas decidió vender al Maestro, cuando Pilato se lavó las manos, y cuando la multitud gritó “¡crucifícalo!”.

En una cruz, instrumento de injusticia y de odio, expiró el más inocente entre los hijos de los hombres. Con su Muerte inició un proceso inimaginable: el de la salvación de los pecadores con la Sangre de quien entregó su Vida por amor y la recuperó, triunfante, la mañana de la Pascua.



 







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