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La historia de un jovén limpia parabrisas

Toda trabajo dignifica al ser humano
Todo trabajo realizado con alegría interior, con constancia y dedicación, nos ayuda a crecer como personas.


Por: Rafael Peréz del Solar | Fuente: catholic-link




Cuántas veces no nos ha ocurrido que vamos en el carro, en el taxi o en el bus y nos cruzamos con gente que se gana la vida en la calle, trabajando duro, mucho más allá de las “ocho horas”, tratando de llevar un pan a la mesa de su hogar. ¿Cuántas veces minusvaloramos esta realidad y respiramos egoístamente aliviados por tener un puesto cómodo en una oficina?

El video que presentamos en esta ocasión, realizado por el Comité Interreligioso por la Paz de Argentina, nos presenta una historia que nos ayuda a valorar la dignidad que da el trabajo a toda persona.

El Papa Francisco nos dice:

    “Es necesario reafirmar que el trabajo es una realidad esencial para la sociedad, para las familias y para los individuos y que su principal valor es el bien de la persona humana, ya que la realiza como tal, con sus actitudes y sus capacidades intelectuales, creativas y manuales. (…)De esto se deriva que el trabajo no tenga sólo un fin económico y de beneficios, sino ante todo un fin que atañe al hombre y a su dignidad. ¡Y si no hay trabajo esa dignidad está herida!”.

El protagonista del video, un joven limpiavidrios, nos enseña que todo trabajo realizado con alegría interior, con constancia y dedicación, nos ayuda a crecer como personas.  Es allí cuando “se ponen en juego muchas dimensiones de la vida: la creatividad, la proyección del futuro, el desarrollo de capacida­des, el ejercicio de los valores, la comunicación con los demás, una actitud de adoración” (Papa Francisco, Laudato Si 127).



Es a partir del esfuerzo cotidiano, de procurar hacer las cosas bien poniendo el máximo empeño en ello, que surgen en nuestra vida nuevas oportunidades de mayor crecimiento personal y, porque no, profesional. El trabajo definitivamente nos ayuda a madurar y a caminar hacia nuestra realización como personas, haciendo todo “en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre” (Col 3, 17).

 







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