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Reflexión del evangelio de la misa del Martes 9 de Mayo de 2017

El Padre y yo somos uno
La Palabra de Dios no puede encadenarse y atarse a una sola cultura, sino que está abierta a los hombres de todas las razas y de todos los pueblos.


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |



Hechos 11,19-26: “Comenzaron a predicar a los griegos el Evangelio del Señor Jesús”
Salmo 86: “Alaben al Señor todos los pueblos. Aleluya”
San Juan 10,22-30: “El Padre y yo somos uno”

 

Primero tímidamente, después con una fuerza que rompía las fronteras y los idiomas, comenzaron los discípulos a anunciar el Evangelio a todos los hombres. La Palabra de Dios no puede encadenarse y atarse a una sola cultura, sino que está abierta a los hombres de todas las razas y de todos los pueblos. Es admirable como aquellos hombres sencillos se enfrentan a la cultura de los sabios dominante en aquellas regiones y no temen anunciar a Cristo vivo y resucitado también a los griegos, como nos lo narra la primera lectura de este día. La locura de Jesús es contagiosa. A Él lo acusaban y lo atacaban, sin embargo Él no dudaba en manifestarse como el único y verdadero pastor que hace la voluntad de su Padre. Pues esa misma locura invade a los discípulos que sin más armas que la Palabra y su fe, se lanzan a “conquistar”, nuevas fronteras y nuevos horizontes. En Antioquía se les comienza a llamar cristianos, una designación que lleva en su misma raíz la misión de Jesús: ungido para anunciar la buena nueva. Ahora sus discípulos también son los “ungidos” y también tienen la misión de llevar Buena Nueva. ¿Ha perdido su fuerza el evangelio? ¿Por qué los cristianos de ahora parecemos adormilados y aturdidos? ¿Por qué no nos lanzamos a anunciar Buena Nueva a todos los oprimidos, a los que tienen hambre y problemas, a los que viven tristes? Quizás no hemos experimentado ese gran amor que Cristo Pastor nos tiene a cada uno de nosotros. Quizás en medio de tantas voces que nos aturden y distraen, no somos capaces de distinguir la voz de Jesús que nos está llamando y que a cada momento nos ofrece la vida plena. Necesitamos acercarnos a Jesús y compartir con Él nuestras dolencias y problemas, para llenarnos de su vida y de su palabra. Sólo entonces seremos capaces también nosotros de romper barreras y esquemas y proclamar que Jesús sigue vivo y presente en medio de nosotros.

 







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