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La evangelizacion y el papel de la Iglesia
La Iglesia unida se convierte en signo


Por: Mons. Onesimo Cepeda | Fuente: Tiempos de Fe, Anio 2 No. 11, Julio - Agosto 2000



Tengo un anuncio que hacer; un anuncio que ya hizo Jesús. Él viene al mundo a convertirse en el Evangelio del Padre, así como nosotros tenemos que ser el Evangelio de Jesús.

Evangelio del Padre, significa que Cristo viene a anunciar que tenemos un Padre en el cielo que nos ama tan profundamente que seamos como sea­mos y estemos como estemos, Él nos sigue amando, y que tiene un plan para cada uno de nosotros, un plan concre­to para su Iglesia.

El hombre es fundamentalmente un ser capaz de relacionarse con los de­más. En primer lugar con Dios, reconociendo que es su Señor.

Capaz de relacionarse consigo mis­mo siendo dueño de sus pasiones. Capaz de relacionarse con los demás, reconociéndoles la misma dignidad que puede tener él; y finalmente, ca­paz de relacionarse con las cosas, sa­biendo que las cosas sirven al hombre no el hombre sirve a las cosas.

El Señor nos crea para que todos y cada uno de nosotros podamos llegar a ser plenamente felices; y yo les pre­gunto a ustedes, ¿ustedes son plena­mente felices? No somos plenamente felices. ¿Entonces algo le falló á Dios? La Biblia nos aclara: todos pecamos, y rompemos de alguna manera el plan que Dios tenía pre-concebido en la his­toria para todos y cada uno de nosotros.



El pecado trastoca totalmente el plan de Dios; no podemos restablecer esa relación por nosotros mismos y ne­cesitamos de alguien que sea como mediador, que tenga la capacidad su­ficiente para restablecer esas relacio­nes rotas con Dios, con el hombre, con nosotros mismos y con las cosas.

Les decía que el Padre nos amaba profundamente: "Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Único Hijo para que el mundo no perezca sino que ten­ga vida". Y Cristo mismo nos dice: "yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia". Esta es la noticia cen­tral de nuestra fe.

Recientemente me preguntaban a qué se debe la expansión de las sec­tas. Les decía que la expansión de las sectas se debe precisamente a la ig­norancia de los cristianos; muchos no conocen a Cristo en quien dicen creer.

Si ustedes recuerdan en la primera comunidad cristiana, en la primera Igle­sia todos vivían unidos en la oración. La Iglesia unida se convierte en signo, en señal de Cristo resucitado, actuan­te en cada uno de sus miembros.

Ahora también, la Iglesia debe per­manecer en oración profunda para que el Espíritu Santo venga, la llene de Él para que sea auténtico signo e instru­mento necesario de salvación.



La Iglesia es signo, es sacramento de gracia y de salvación, es señal ver­dadera de Cristo Jesús en la tierra.

Esto comporta la obligación funda­mental de mostrar a ese Cristo a nues­tros hermanos, único camino de sal­vación que nos lleva al encuentro con el Padre.

Cristo quiere que nosotros seamos el signo vivencial de la Iglesia en el medio ambiente en el cual desarrolla­mos nuestra vida. La gente quiere ver cristianos, no oír hablar de Cristo. Y para ver cristianos hay que ser cristia­nos que se amen, hay que ver cristia­nos que realmente trabajen los unos por los otros, hay que ser cristianos que sean solidarios en la necesidad de los demás, hay que ser cristianos que vi­van en la justicia de Cristo Jesús, se­gún el mandamiento nuevo de Cristo: Vayan por el mundo, amándose unos a otros como los he amado y enseñen lo que yo les he enseñado, porque los que crean en mi, viéndoles a Ustedes se salvarán.







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