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Ser Santos
Estar contentos al ser insultados, perseguidos o calumniados:así nos parecemos a Él… y eso se llama "ser Santos""


Por: H. Luis Eduardo Rodríguez, L.C. | Fuente: www.somosrc.mx



"Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo." (Mt 5, 1-12)

 

Muchas veces nos pasa que leemos un pasaje del Evangelio, en especial con aquellos más conocidos, y como que no nos dice nada… o sólo se nos vienen a la mente las mismas reflexiones de siempre, como si fuera disco rayado: hay que ser buenos, ayudar a los demás y rezarle mucho a Dios… Algo así suele pasar, con frecuencia, al leer el pasaje de las bienaventuranzas. "Sí, muy importante la pobreza (pero de espíritu, ¡eh!); también ser humilde y misericordioso y puro… ¡como si no lo supiera…!" Y para acabar de fastidiarla, nos llega la depresión porque vemos que eso de ser "santos" es muy difícil y lejos de nuestro alcance: ¡nunca vamos a poder!

Yo creo que Jesús y María se mueren de la risa al escuchar este tipo de pensamientos. Seguro que nos quieren decir que es mucho más fácil de lo que nos imaginamos, y que no hay que hacerse tantas bolas… De hecho, creo que Jesús ya nos lo dijo. Sí, lo repitió muchas veces, pero lo enfatizó de manera especial en las bienaventuranzas. Porque las bienaventuranzas no hablan tanto de nosotros, cuanto de Él.

 



Jesús es el verdadero pobre de espíritu, y por eso Él es el Rey del Universo. No hay nadie más manso y humilde que Cristo: basta ver cómo se dejó llevar al juicio y a la cruz. "Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca" (Is 53,7). Nuestro Señor "a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial" (Heb 5,7). Él tiene sed de nosotros, de nuestro amor (Cf.: Mt 25, 35; Jn 4,6-7; Jn 19,21). "Jesucristo es el rostro de la Misericordia del Padre" (Misericordiae Vultus, 1). Nadie tiene un corazón más puro que el Sagrado Corazón de Jesús. Y ¿no fue Él, el Hijo de Dios, quien nos dijo "la paz os dejo, mi paz os doy" (Jn 14,27)? Jesús es el juez justo, al que además "el Señor [le] cargó todos nuestros crímenes" (Is 53,6) para abrirnos las puertas del Reino.

 

Por eso añade al final que podemos estar contentos al ser insultados, perseguidos o calumniados: porque así nos parecemos a Él… y eso se llama "ser santos". Así de fácil: parecernos a Jesús, sabiendo que Él se hizo como nosotros para acortarnos el camino. Por eso tiene tanta razón San Pablo cuando nos dice: "Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él?" (Rom 8,31-32). Si Él nos quiere santos, y ya hizo tanto para que lo podamos ser… ¿no creen que nos dará cualquier gracia que necesitemos, si se lo pedimos en la oración? Ya tenemos petición para el día de hoy: "Señor, ¡que sea santo porque vos sos Santo!"







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