Nuestra pentecostés personal
Fuente: Tiempos de Fe, libro 1, año 1, No. 1, Noviembre 1998.

Nuestra pentecostés personal
*La Confirmación es uno de los siete sacramentos que Cristo instituyó.
*La Confirmación es necesaria para vivir rectamente la vida cristiana.
*El día de la Confirmación recibimos el don del amor eterno de Cristo.
Nos encontramos en el segundo año de preparación para el Gran Jubileo del año 2000, año dedicado al Espíritu Santo.
Durante este tiempo debemos de meditar sobre el Espíritu Santo, para conocerlo mejor y así fomentar una unión más íntima con Él. Como parte de este acercamiento, necesitamos tomar en cuenta el Sacramento de la Confirmación, ya que el Espíritu Santo está muy ligado a este sacramento, puesto que por medio de Él, los bautizados se fortalecen con sus dones.
El día de Pentecostés –cuando se funda la Iglesia – los apóstoles y discípulos se encontraban reunidos junto a la Virgen.
Estaban temerosos, no entendían lo que había pasado –creyendo que todo había sido un fracaso se encontraban tristes.
De repente, descendió el Espíritu Santo sobre ellos –quedaron transformados y a partir de ese momento entendieron todo lo que había sucedido, dejaron de tener miedo, se lanzaron a predicar el Evangelio y bautizar.
La Confirmación es “nuestro pentecostés personal”. El Espíritu Santo actúa continuamente sobre la Iglesia de modos muy diversos. La Confirmación –al descender el Espíritu Santo sobre nosotros –es una de las formas en que Él se hace presente al pueblo de Dios.
La misma palabra Confirmación afirmar o consolidar, nos dice mucho. Por medio de este sacramento estamos afirmando lo que en el Bautismo recibimos. Es decir, todos los bautizados se consolidan como cristianos. El Catecismo de la Iglesia lo llama junto con el Bautismo y la Eucaristía, Sacramentos de la Iniciación Cristiana, porque son los que ponen las bases para la vida cristiana. Lo que nos lleva a no menospreciar este sacramento, si queremos ser verdaderos cristianos.
La Confirmación es uno de los siete sacramentos que Cristo instituyó. En este sacramento, Cristo nos otorga la gracia de la madurez cristiana y nos hace testigos de Él.
El Nuevo Testamento nos narra como los apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo, iban imponiendo las manos, comunicando el Don del Espíritu Santo, destinado a complementar la gracia del Bautismo. En hechos “ al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria había aceptado la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan”.
Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran al Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos únicamente habían sido bautizados en nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían al Espíritu Santo “(Hch 8, 17;19,6): Aquí vemos como se habla de la Confirmación de una manera clara y explícita. Cristo había anunciado la necesidad de la venida del Espíritu Santo completar su obra. Igualmente, este pasaje nos indica un sacramento distinto al Bautismo.
Por este sacramento, al ser ungidos con el aceite-símbolo de fortaleza, abundancia, plenitud-junto a las palabras que el (obispo dice mientras pone el sacramento, el bautizado alcanza un arraigo más profundo a la filtración divina, se une más íntimamente con la Iglesia, y se fortalece para ser testigo de Jesucristo, de palabra y obra. Por Él es capaz de defender su fe y de transmitirla.
La persona humana nace, crece, y llega a una madurez biológica. Desgraciadamente en muchas no, sucede lo mismo con la vida espiritual.
La Confirmación es el sacramento que nos convierte en cristianos maduros que nos convierte en cristianos maduros y nos hace posible llevar una vida cristiana más perfecta. Como sacramento de la madurez cristiana que nos hace capaces de ser testigos de Cristo.
Son muchos los efectos que produce en nosotros la Confirmación, el efecto principal es que recibimos al Espíritu Santo en plenitud. Además de que recibimos una fuerza especial del Espíritu Santo, tal como la recibieron los apóstoles el día de Pentecostés, que nos permite defender y difundir nuestra fe con mayor fuerza y ser verdaderos testigos de Cristo. Nos une profundamente con Dios y con Cristo. Aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo.
Nos une con un vínculo mayor a la Iglesia, lo que nos conduce a querer participar intensamente en ella. Aumenta la gracia santificante, por ser un sacramento que se recibe en estado de gracia. Se recibe la gracia sacramental propia que es la fortaleza, que nos lleva a no ser temerosos en lo que a nuestra fe se refiere. Imprime carácter, la marca espiritual indeleble, que nos marca con el Espíritu de Cristo. Es un sumergirse de manera más profunda en la comunidad cristiana. En él recibimos muchos auxilios sobrenaturales.
El bautismo es el único sacramento absolutamente necesario para la salvación. La Confirmación, no es absolutamente necesaria para la salvación, pero sí para vivir correctamente una vida cristiana, ya que da las ayudas necesarias para lograrlo. Por eso, el derecho vigente, prescribe que todos los bautizados, deben recibir este sacramento.
El no hacerlo por desprecio o por no darle importancia, será matería grave de pecado.
La Iglesia es una Iglesia misionera, porque Cristo así la fundó, dándole el mandato a los apóstoles de “Ir y predicar…..”. A partir de Pentecostés, con la venida del Espíritu Santo los apóstoles se lanzaron a predicar sin miedo, movidos por la fuerza del Espíritu Santo.
Nosotros, por medio del Bautismo, entramos a formar parte de la Iglesia, del Cuerpo Místico de Cristo. Con la Confirmación somos llamados a vivir como miembros responsables de este Cuerpo.
Como fruto de este sacramento, al recibir el Espíritu Santo podemos construir el Reino de Dios en la tierra, a través de nuestras buenas obras, de nuestras familias, haciéndolas un semillero de fe, ayudando a nuestra parroquia, venciendo las tentaciones del demonio y la inclinación al mal.
El Espíritu Santo nos mueve seguir las huellas de Cristo, tomándolo como ejemplo en todo momento, ya sea pública o privadamente. Nos ayuda a ser perseverantes, luchadores, generosos, valientes, amorosos, llenos de virtudes y en caso de ser necesario, hasta mártires.
Otro fruto de sacramento es que sostiene e ilumina nuestra fe. Cuando lo recibimos estamos afirmando que creemos en Cristo y su Iglesia, en sus enseñanzas y exigencias y que, por ser la Verdad, lo queremos seguir libre y voluntariamente.
También sostiene y fortalece nuestra esperanza. Por medio de esta virtud creemos en las esperanzas de Cristo, sus promesas y esperemos alcanzar la vida eterna haciendo méritos aquí en la tierra.
Así mismo, sostiene e incrementa nuestra caridad. El día de la Confirmación recibimos el “don del amor eterno” de Cristo como un regalo de Dios. Este amor nos protege y defiende de los amores falsos, como son el materialismo, el placer, las malas diversiones, los excesos en bebidas y comida.
Cuando recibimos algún sacramento de alguna manera nos comprometemos a algo. El día de la Confirmación, el confirmado se convierte en apóstol de la Palabra de Dios.
Desde ese momento recibe el derecho y el deber de ser misionero. Lo cual no significa que tenemos que ir lejos, sino que desde nuestra propia casa debemos ser misioneros, llevando la palabra de Dios a los demás. Tenemos la obligación de ser misioneros en el lugar que Dios nos ha puesto.
La Iglesia de hoy necesita de todos sus miembros para conocer a Cristo por medio de la palabra y con el ejemplo, imitando a Cristo. No nos dejemos llevar por el egoísmo o la comodidad.
Los Confirmados debemos de compartir los dones recibidos y al compartirlos estamos cumpliendo con el compromiso adquirido en la Confirmación de hacer “apostolado” sirviendo a los demás en nombre de Dios y transmitiendo la Palabra de Cristo. Se puede hacer todas las circunstancias de vida: en la vida familiar, en el trabajo, con los amigos. Es algo que todo confirmado tiene la obligación de hacer. No procede el decir: ”yo no puedo”. Se nos ha dado todo lo necesario, nosotros sólo tenemos que responder.
Ser “confirmado” significa darse por amor a los demás. Sin fijarse en su sexo, cultura, conocimientos y creencias. Se necesita una actitud de, disponibilidad para dar a conocer en todos lados.
En la Iglesia, el apostolado de los laicos es indispensable. Cristo vino a servir, no a ser servido.
También la Confirmación nos compromete a la santidad. Tenemos la obligación de ser santos, el mismo Cristo nos invita: “ sed pues perfectos como vuestro padre celestial es perfecto”. La santidad es una conquista humana, ya que Dios nos da el empujón, pero depende de nuestro esfuerzo y nuestro trabajo el alcanzarla.
El Espíritu Santo es el empujón que Dios, nos manda, por lo tanto, si lo tenemos a Él, no hay pretextos para no ser santos y no ponernos al servicio de los demás. La lucha es difícil, pero contamos con toda la ayuda necesaria.


