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Decisiones difíciles
Hay decisiones sencillas y fáciles, y decisiones complicadas y difíciles.


Por: P. Fernando Pascual, L.C. | Fuente: Catholic.net



Lavarse las manos ahora o después. Contestar en seguida este mensaje o dejarlo para mañana. Cambiar hoy o mañana las sábanas: son decisiones sencillas que no implican, normalmente, grandes dificultades.

Dejar la ciudad en la que uno vive para ir a otra a buscar un nuevo trabajo. Terminar la relación con una persona que parecía buena pero que estaba asfixiando la propia existencia. Vender este terreno para pagar una deuda que nos agobia: son decisiones difíciles, que tienen consecuencias enormes.

En los momentos de decisiones difíciles damos vueltas y vueltas a las posibilidades que tenemos ante los ojos. ¿Esta ciudad u otra? ¿Dejar este trabajo y lanzarse a otro? ¿Abandonar este piso y buscar un alquiler en un barrio no bien conocido?

El corazón desea mejoras importantes. No vale la pena arriesgar algo “seguro”, con sus muchos límites, para lanzarse a algo que podría empeorar las cosas. Porque un cambio vale la pena sólo cuando nos libra de males y dolores del presente y nos conduce a mejoras para uno mismo y para los seres queridos.

Pero el corazón duda: hay tantos aspectos que considerar, hay tantos puntos dudosos en el horizonte, hay tantos riesgos que correr, hay tantas cosas buenas de la situación actual que no quisiéramos perder...



El reloj tiene prisa, las hojas del calendario caen una tras otra. La vida ha llegado a un nuevo cruce de caminos. Puedo optar por mantener (cuando es posible) lo que ya conozco, con sus límites y sus seguridades, o puedo lanzarme hacia un nuevo rumbo desde una esperanza: habrá mejoras.

En medio de las dudas, una voz humilde parece susurrar a mi corazón que Dios existe y que vale la pena todo lo que hagamos por amor y para amar. Ese es el criterio decisivo a la hora de tomar nuevas decisiones, pequeñas o grandes, sencillas o difíciles.

Luego, el resultado podrá ser favorable o desfavorable, esperado o sorprendente. Pero siempre quedará en pie una certeza: Dios es bueno y ofrece su luz y su consuelo a quienes acuden a Él en medio de las mil encrucijadas y misterios de la existencia humana...







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